Pedro Tejedo. Abogado.
El próximo miércoles veintitrés de enero se cumplen dieciocho años del asesinato de Gregorio Ordóñez, concejal del PP en San Sebastián, por la banda terrorista ETA.
Con motivo de dicho aniversario la Fundación Gregorio Ordóñez ha organizado la presentación, el sábado veintiséis de enero en el Hotel María Cristina de San Sebastián, de un archivo documental que recoge todos los testimonios del político donostiarra, y que contiene trescientos veinte documentos de video, seis documentos de audio y quinientos cuarenta y ocho documentos de prensa escrita. La intención de los organizadores es dar la mayor difusión posible al mensaje político de Gregorio Ordóñez, algo especialmente importante para las nuevas generaciones que no lo conocieron, y también para todos aquellos para quienes las víctimas de ETA comienzan a ser un incordio o un recuerdo molesto.
En el acto de San Sebastián intervendrán, entre otros, su viuda, Ana Iribar, María San Gil, el periodista Santiago González y Maite Pagazaurtundúa. Quienes no conozcan a Gregorio Ordóñez podrán hacerse una idea de su valía al observar la altura ética de aquéllos que le homenajean.
Está previsto que esa presentación se celebre posteriormente en otras ciudades, entre ellas Valencia, pues hay que recordar que la madre de Gregorio era valenciana, y que en Valencia reside su hermana Consuelo, que lucha denodadamente por mantener vivo el recuerdo de su hermano y del resto de víctimas de ETA y, como consecuencia de esa lucha, permite que se mantenga viva la llama de la ética ciudadana, pues una ciudadanía que no recuerda a quienes murieron luchando por la democracia y por la libertad de la que todos gozamos allí donde hacerlo podía costarle a uno la vida, no merece el nombre de ciudadanía, al menos en un sentido político.
En estas fechas en que nuestros políticos, y más preocupantemente, la política, pasan por el peor momento de su consideración pública, es importante recordar a personas que como Gregorio Ordóñez dedicaron su vida, tristemente en un sentido literal, a la política, y no precisamente para enriquecerse, sino para obtener por medio de la acción política la libertad y la vida en democracia que unos terroristas, y los recogedores de nueces, trataban de arrebatarnos.
Personas como Gregorio Ordóñez están siempre de actualidad, pues sus muertes las convierten en un símbolo para todos los demócratas, en un faro que nos ilumina en nuestra actividad política, entendida ésta no de una manera profesional sino como participación en la vida pública en nuestra condición de ciudadanos, en un referente moral al que asirnos cuando nuestros políticos profesionales llevan a la práctica una política hedionda.
Una cosa más, y quizá la principal: el olvido por parte de la política, tanto oficial como ciudadana, de personas que como Gregorio Ordóñez pagaron con sus vidas su lucha contra el terror y el nacionalismo obligatorio, es un síntoma de la podredumbre de la vida política; se empieza olvidando a los mártires de la democracia y se acaba convirtiendo la política en una actividad literalmente sobrecogedora.