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El 29 de julio de 2013, Valentín sintió un dolor de cabeza muy intenso. Tenía tres años y ya se notaban sus primeros avances para hablar pero ese día no quería decir una palabra. Poco después se le empezó a paralizar el lado derecho de la cara. Al rato, su brazo derecho empezó a flojear. Valentín no podía ya usar su mano dominante, lo cogía todo con la izquierda. Minutos después empezó a cojear. Sus padres lo llevaron al hospital donde el diagnóstico fue contundente: un infarto cerebral. Lo ingresaron directamente en la UCI y le provocaron un coma inducido.
A los tres días Valentín empezó a despertarse poco a poco y lo subieron a planta. “Me pidió que le abrazara. Me reconocía, pero estaba como en otro mundo”, recuerda su madre, Sabina. Pocos días después el niño consiguió andar arrastrando su pierna derecha y logró también decir una sola palabra a su padre: “hola”.
Cuando salió del hospital, Valentín entró en el Centro de Daño Cerebral Nisa Vinalopó, en Elche. Era la primera vez que entraba en este servicio un paciente tan pequeño afectado por un ictus. “Al llegar aquí nos sentimos arropados, nos lo explicaban todo y te daban mucha tranquilidad”, explica su familia. Su primera valoración fue rotunda, el pequeño presentaba alteraciones del lenguaje a causa de un ictus isquémico y una disección de la arteria carótida, una afasia motora y un lenguaje muy reducido, apenas cuatro palabras y de forma espontánea.
Por otra parte, tenía una hemiparesia y aumento de tono del brazo derecho, disminución de la atención y baja flexibilidad mental.
En septiembre Valentín volvió a clase. “Ir al colegio le ayudó muchísimo”. La escuela y el Centro de Daño Cerebral Nisa Vinalopó mantienen un contacto directo. En ese proceso gradual le mandaban trabajo extra en casa, con juegos de palabras, números e imágenes. Además, los fisioterapeutas le obligaron a ponerse un guante en la mano izquierda, la “buena”, para que utilizara la derecha. Su padre, “que es un manitas y muy imaginativo”, ideó todo un repertorio de superhéroes -Batman, Spiderman, Ironman- para que Valentín viera los guantes como juguetes. En diciembre Valentín ya decía cien palabras y hoy, dos años después, Emilia Ocaña, logopeda del Centro de Daño Cerebral Nisa Vinalopó, asegura que “Valentín tiene una afasia motora residual con muy buena evolución, un lenguaje oral fluente, aunque todavía persisten déficits en la organización y transmisión de la información.
Aparecen parafasias semánticas y continúan observándose dificultades puntuales en la recuperación de palabras, pero es de nuevo capaz de comunicarse de forma efectiva en el 100% de sus intervenciones”. El pequeño usa cada vez más su brazo y mano derechos y ha mejorado sustancialmente en velocidad y precisión. Es capaz de usar la cuchara y el tenedor, de vestirse y desvestirse, de cepillarse los dientes, de ir al baño, aunque todavía está alterada la motricidad fina, y ahora puede concentrar su atención durante más tiempo, elige a sus amigos, inicia conversaciones y juegos, sabiendo compartir y respetar el turno, reconoce las emociones y sentimientos en sí mismo y en los otros.
“La plasticidad neuronal tiene una implicación muy positiva en la recuperación de funciones tras una lesión cerebral precoz”, explica Ocaña. “Ya pasamos la etapa de sobreprotegerlo. Ahora él es el que tiene que trabajar para superarlo, nosotros lo único que podemos hacer es apoyarlo como padres”, dice su padre, Jonathan.