Rafael Ribes Pla presidía la Junta del Puerto y Salvador Vidal, la deportiva. Mil bonos a 2.000 pesetas para una construcción 'acorde a los tiempos'
El Club Náutico de Castellón, fundado en 1932 vivió sus primeros 30 años de historia en una construcción de madera, denominado coloquialmente, ‘la Barraca’.
Como ya se ha referido en Castellón Información, los estatutos se firmaron en 1932. Y la creación e su primera sede social tuvo mucho que ver con un grupo de jóvenes, apasionados por la natación, que solicitaron al Puerto la autorización para la creación de aquellas primeras estructuras, que debían ser de madera, para que el Puerto pudiera disponer su desaparición si ‘molestaban’ a la ampliación de la infraestructura portuaria.
Con el paso de los años, el Club Náutico se convirtió en una entidad de prestigio y renombre que, fiel a los estatutos de su fundación, promocionaba la cultura y las actividades náuticas.
Y durante mucho tiempo funcionó como tal.
Pero, pasado el tiempo, los socios y la sociedad echaban de menos una estructura permanente, de ladrillo, que consolidara la presencia de la entidad y sus desarrollos, similar a la de otros Clubes Náuticos del territorio español.
Tal como relataba Jaime Nos, en su artículo en 1882, “en un Castellón que comenzaba a ser distintivo en 1960, se decía que en el desarrollo de Castellón algo tan importante como el local de una entidad del prestigio del Club Náutico, había quedado desfasado”.
Habían sido varios los socios y los presidentes del Club que ya habían acariciado la iniciativa… pero no era fácil, se necesitaba la autorización del Puerto, pero sobre todo, la capacidad económica para poder afrontar el proyecto.
Desde el 23 de octubre de 1959 presidía la Junta de Obras del Puerto Rafael Ribes Pla. Un personaje singular de la historia de Castellón que, además, era socio del Club Náutico de Castellón y uno de los precursores de la construcción de la nueva sede.
Tal como relataba Jaime Nos (1982), “Ribes Pla escribió una carta a Mediterráneo el 6 de octubre, diciendo que, ciertamente, el edificio del Club Náutico había de acondicionarse a las nuevas épocas, que la Junta se ocupaba de ello y que la Superioridad lo tenía en estudio”.
Y como ya se había propuesto con el primito club de la Barraca, también esta vez se pensó en ubicarlo en la escollera de Levante, como describía Nos: “Yo recuerdo que hasta se habló de construir el nuevo en la escollera de Levante, en días de poca actividad comercial en el Puerto; pero al fin, se utilizó el mismo emplazamiento del viejo Club Náutico y, tras la celebración de la XVIII Travesía al Puerto, las obras del actual tomaron auge. En enero de 1962 estaban prácticamente terminadas y, al llegar el verano, el Club contaba con un nuevo local, desde el que tan importante actividad irradia”. (Jaime Nos, 1982).
Presidía el club Salvador Vidal, que relevaba en el cargo a su amigo Folch, y que indicaba cómo “fue allá por 1956, cuando con valentía se acomete la gran aspiración de cambiar la Barraca de madera por un edificio moderno con los tiempos y las exigencias actuales”.
Según Vidal, la Barraca fue desmontada pieza a pieza, y el material que la integraba fue vendido por 7.000 pesetas.
El proyecto fue encargado a los arquitectos Romaní y Gimeno Michavila. Para la construcción del nuevo edificio se eligió a Construcciones Atalaya.
Con relación a su financiación, Salvador Vidal contaba en 1988: “No fue una tarea fácil, nuestros proyectos eran sacrificar lo menos posible a los socios, aunque ya sabíamos que estos nos responderían. Pero con nuestras ideas sólo no hubiera sido posible llevarlo a cabo, necesitábamos más ayuda y ésta llegó en la persona de Fernando Herrero Tejedor, que tanto hizo por el Club”.
Además, se sacaron a la venta 1.000 bonos de 2.000 pesetas que fueron adquiridos por los socios para apoyar la edificación de la entidad deportiva. Posteriormente los bonos serían devueltos a quienes lo requirieron, aunque algunos socios renunciaron a ello a favor del club. También recibieron la ayuda de organismos oficiales y particulares.
Pese a las obras, que como siempre fueron engorrosas, el Club Náutico mantuvo su actividad deportiva y la organización de la Regata Magdalena de vela Ligera.
La inauguración fue realizada en junio de 1962 “presidida por el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, y con la asistencia del siempre llorado y querido Fernando Herrero Tejedor, socio del club y persona ligada a todo lo nuestro, a toda la actividad de la sociedad”. (Vidal, 1988).
El nuevo edificio constaba de planta baja y dos pisos superiores. En la planta baja se guardaban los pertrechos de navegación, se encontraba el taller del calafate, algunas oficinas. Allí también había algunas dependencias de reunión, trabajo o reposo para los socios. La planta baja daba al muelle de poniente y al mar. En alguna ocasión en que la mar estuvo alta las olas llegaron a entrar en la planta baja.
La primera planta contaba con recepción, oficinas, despachos, y un gran salón social con bar, con una preciosa balconada desde la que se podía divisar toda la zona del muelle y los pantalanes. Un salón en el que se celebraban las comidas para los socios, bailes y todo tipo de actividades sociales. Desde el balcón exterior y, a través de unas escaleras también se podía acceder a la planta baja.
La segunda planta funcionaba como restaurante abierto al público, cuyo arrendamiento facilitaba ingresos muy bien venidos para sostener la actividad deportiva del club.
Cuarenta años de actividad náutica en la nueva sede
Como ya se ha comentado en anteriores capítulos, hubo actividades pioneras, como la natación o el waterpolo, que lamentablemente fueron a menos, producto de las circunstancias, hasta desaparecer.
El desarrollo portuario comercial determinó la prohibición el baño y la pesca dentro de la dársena interior… Los nadadores tuvieron que buscar otras alternativas.
Se mantuvieron otras, como la Regata Magdalena de Vela Ligera, con los Snipes como primeros protagonistas, a los que poco a poco sustituyeron los óptimist. Una Regata que se ha mantenido en el tiempo, si bien con matices y modificaciones importantes. Posteriormente surgiría también el piragüismo, en sus diferentes modalidades o el Kayak Polo; pero también y, de manera muy especial, el Trofeo de Pesca del Atún.
El Club y sus escuelas náuticas
Un detalle importante que conviene tener en cuenta es que el Club náutico no era solo una entidad social con solera y prestigio para los aficionados o deportistas adultos. Sino también un vivero donde se formaron miles de niños en sus Escuelas Náuticas.
Las Escuelas náuticas de vela y piragüismo estaban diseñadas, sobre todo, para la iniciación de niños (y algunos mayores) en los deportes náuticos.
Durante el verano, con el apoyo de las instituciones, se realizaban cursillos patrocinados de una semana, mañana o tarde, en vela y piragüismo, asequibles para todo tipo de públicos.
Cuando terminaba la temporada estival, el club contactaba con los niños y jóvenes que se habían iniciado en verano, y les proponía formar parte de su flotilla durante el curso, entre septiembre y junio, como ‘socios deportivos’ con una cuota reducida y asumible para todos los bolsillos, 525 pesetas al trimestre en 1988. El socio juvenil pagaba en aquellos años 735 pesetas al trimestre. Y el socio numerario de club, 4.043 pesetas al trimestre.
Por hacer una comparación, para una familia, tener al niño en la flotilla de club como socio deportivo donde realizaba deporte durante todos los fines de semana y festivos resultaba mucho más económico que apuntarlo a un club de futbol o una escuela de tenis. Incluso, me atrevería a decir, más barato que dejarlo en casa con una ‘niñera’
Los entrenamientos se realizaban los fines de semana y festivos, y los más destacados podían acudir a campeonatos en los que participaban con la enseña del club. En estos casos, el club organizaba la expedición, también con precios reducidos para los deportistas.
Un club privado, pero ‘muy social’
A diferencia de otros clubes náuticos de otros puntos de España, como sucedía en el norte de España, el Club Náutico de Castellón se mantuvo siempre como una entidad abierta a la sociedad que lo rodeaba, integrado también en la vida cultural del Grau de Castelló.
Esta mención resulta importante, porque si alguno de los lectores ha podido visitar otros clubes de la zona norte de España, habrá quedado más que sorprendido por las diferencias… que las había, y muchas.
Y es que, en algunos puertos españoles formar parte de un club náutico exigía el pago de cuotas mucho más elevadas que las 16.172 pesetas anuales que se pagaban los socios en Castellón, en 1988; por lo que las clases sociales de la zona quedaban mucho más diferenciadas… no todos podían pertenecer a esa sociedad.
A modo de ejemplo, y tal como pudo comprobar esta periodista, había clubes náuticos, donde la reglas y los estatutos establecían ‘ciertas divisiones’ que dejaban patentes las diferentes clases sociales de sus socios…
En otros, de la zona norte, los niños que se formaban como deportistas en la escuela náutica no tenían acceso a las dependencias sociales del Club, que solo eran de uso para los socios numerarios. Y la mayor sorpresa que se le presentó a esta periodista, ya en la década del 2000, fue el relato de que en algún club náutico de la zona norte habían ‘evolucionado tanto que ya también admitían a mujeres’.
Sea como fuere, lo cierto es que los clubes náuticos del norte de España tenían su propia filosofía, y los del Mediterráneo fueron siempre mucho más cercanos a todos los vecinos y todas las clases.
Y el CN Castellón, en concreto, en comparación con aquellos podría haber parecido ‘un club de estar por casa’.
Nada más natural para una sociedad, la de Castellón, en la que podían conservarse ciertos apellidos de renombre, pero que al fin y a la postre, no estaban tan marcadas las clases sociales. Prueba de ello, los agricultores que habían visto prosperar sus tierras hasta amasar pequeños capitales… o los que habían cambiado sus huertos de naranjas por actividades industriales, como la cerámica, que prosperaban a toda velocidad…
Y con ellos, a los muchos trabajadores provenientes de otras latitudes que llegaron a trabajar en busca de trabajo, y al final se asentaron y pasaron a formar parte del pueblo de Castellón.
A diferencia con otros clubes náuticos, en Castellón la mayor parte de los barcos eran de pequeña eslora y los yates de lujo no encontraron ‘la exclusividad’ que si les ofrecían otras sociedades náuticas en otros puntos de la geografía nacional.
En el Club siempre convivieron unos y otros, y los entrenamientos más sonados, si los hubo en alguna ocasión durante aquellos 30 años, fue por la prohibición de que se asistiera a ciertas actividades sociales con pantalones cortos.
Serie: Historia del RCN Castellón:
- Capítulo I: (I) Castellón, una ciudad con mar… y con Club Náutico
- Capítulo II: (II) Una ciudad con mar… La fundación del Club Náutico de Castellón
Próxima publicación: Capítulo IV: (IV) Ciudad con Mar: CN Castellón: La pesca del Atún y 'la explosión' de las actividades náuticas. Domingo 4 de agosto
Bibliografía:
- Club Náutico de Castellón (1982): “Cincuentenario CN Castellón 1932-1982” (1982). Club Náutico de Castellón
- Club Náutico de Castellón: “XXV Aniversario del nuevo edificio” (1988)
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- Historia Clubes Náuticos España. https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Clubes_n%C3%A1uticos_de_Espa%C3%B1a
- Club náutico de Cádiz: https://es.wikipedia.org/wiki/Real_Club_N%C3%A1utico_de_C%C3%A1diz
- Recuerdos de Castellón: https://recuerdosdecastellon.wordpress.com
- E.M: documentación propia procedente de: RCN Castellón (1998-2024), FVCV (2004-2014). Artículos publicados en Castellón Información.