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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Infancia misionera

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Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón

Este Domingo, la Iglesia católica celebra la Jornada Mundial de la Infancia Misionera. La Jornada de este año nos acerca hasta Nazaret para conocer a Jesús en su familia, la sagrada familia; en ella, Jesús va creciendo en sabiduría, estatura y gracia ante Dios y ante los hombres. Esta es la misión de toda familia: crear las condiciones favorables para el crecimiento armónico y pleno de los hijos, con el fin de que puedan vivir una vida buena, digna de Dios y constructiva para el mundo.

Jesús, el Hijo de Dios, haciéndose hombre, compartió nuestra naturaleza humana. Nació, creció y se educó en el seno de una familia. Tiene una madre y un padre en la tierra, que le enseñan a crecer como persona y a aprender un oficio; ellos cuidan de él y lo sustentan; era la misión que Maria y José habían recibido de Dios. Así Jesús se va preparando, a su vez, para la misión que el Padre Dios le había encomendado. Desde entonces, la vida de familia se ha convertido en escuela de virtudes y actitudes misioneras para quienes amamos a Dios.

La familia cristiana es una iglesia doméstica, una escuela de fe y de formación. La vida de familia es el espacio donde se puede descubrir el amor gratuito, imagen del amor de Dios, donde se aprende a rezar a Dios, a conocer a Jesús, a su Iglesia y a ser sus discípulos misioneros. En la familia se aprende a amarse y perdonarse, a compartir el tiempo y los bienes, a cuidarse los unos de los otros y a no tener vergüenza de manifestar lo que se ama y se cree; por eso se aprende también a llevar el amor de Dios a quienes todavía no lo conocen.

Este es el objetivo de la Jornada de Infancia misionera de este año: ayudar a los niños a sentirse familia en casa, en la parroquia –familia de familias- y en Infancia misionera, para hacerles conscientes de su responsabilidad misionera: ellos pueden y deben sentirse responsables de la vida y de la misión de la Iglesia aquí y en tierras de misión. Cada uno en su lugar, rezando y ofreciendo sus pequeños sacrificios para los misioneros, llevando a otros al encuentro con Jesús, los niños se convierten en misioneros en primera fila. Así aprenden a sentirse necesarios en el trabajo de los misioneros.