Jorge Fuentes. Embajador de España.
Hace diez años, la periodista Curri Valenzuela publico un libro de gran éxito, ‘Cien personajes que hunden España’, el subtitulo era ‘De Zapatero a los hombres (bruselenses) de negro’. Allí figuraban los inevitables Almodóvar, Pilar Bardem, Pepe Rubianes, el Gran Wyoming y también Rubalcaba, Magdalena Álvarez, Carod Rovira, Conde Pumpido, Baltasar Garzón y Marichalar.
Poco después, doña Curri quería sacar una segunda parte dedicada a los que salvan España. No se si llegó a escribirla; hubiera sido interesante. Pienso que hoy la periodista estaría mucho más atraída por la idea de sacar un segundo volumen con los que nos hunden. Quizá suprimiera en éste, algunos de los cien primeros y añadiría otros muchos como Urdangarin, el otro Garzón (Alberto) y un extenso surtido de Podemitas. Pero entre los titiriteros no faltaría el que ha inspirado estas líneas y del que hoy se habla mucho: el oscarizado cineasta Antonio Trueba, quien, en el momento de recibir de manos del Ministro de Educación y Cultura el premio nacional de cinematografía, se destapó con unas delirantes declaraciones diciendo que ni cinco minutos en su vida se había sentido español y que en las guerras en que se había visto envuelto nuestro país, siempre había deseado su derrota. Y otras lindezas semejantes.
El gesto dislocado de Trueba en aquel momento era solo comparable a la expresión de incredulidad del Ministro que sin duda se preguntaba "¿quién es el imbécil que ha escogido a este pirado para recibir el premio?".
Muchos españoles habrán pensado que en ese mismo momento el Ministro Méndez de Vigo debía haberle retirado el premio, cheque de 30.000€ incluido. Pienso que el Ministro hizo en ese momento lo que debía hacer: poner cara de póker y dejar pasar la tormenta. Imaginen el escándalo que se hubiera armado si Trueba y Méndez se hubieran enzarzado en un rifi-rafe incluido el Santa Rita, Rita, Rita. Con el apoyo de la progresiva Trueba hubiera acabando siendo el bueno y Méndez, el ruin.
En los días siguientes al acto, con calma, hubiera podido reconsiderarse la cuestión y si resultara que el premio debía ser otorgado solo a nacionales, carecía de sentido habérselo concedido a alguien que jamás se ha considerado español. Pero esto no ocurrió y el ‘establishment’ una vez más quedó como tibio y blando.
La ciudadanía supo, por el contrario, actuar y corregir al gobierno. Las redes sociales se pusieron en funcionamiento, pidiendo el boicot a la última película del realizador que puede conocer un fracaso de taquilla tremendo, fracaso que retire -multiplicado por mil- el monto del premio.
Los cineastas y otros artistas no tienen por qué pasar exámenes de patriotismo. En general los intelectuales son libres por definición y no deben poner barreras a su imaginación. Pero, eso si, deben ser también cultos y educados y evitar rebasar las barreras groseras de la infamia.