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domingo, 24 de noviembre de 2024 | Última actualización: 17:09

Jornada del Migrante y Refugiado

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Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón

Este domingo celebramos la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado. El Papa Francisco he elegido para este año el lema: “Hacia un ‘nosotros’ cada vez más grande”.

El Santo Padre coloca así la Jornada de este año ante el horizonte de la fraternidad universal. Nos invita a salir de un «nosotros» pequeño y cerrado, reducido por fronteras o por intereses políticos o económicos, para ir a un   «nosotros»; es el proyecto de Dios creador, “Dios creó al ser humano a su imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Dios los bendijo diciendo: “Sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1,27-28). Dios nos creó varón y mujer, seres diferentes y complementarios para formar juntos un ‘nosotros’, destinado a ser cada vez más grande. Dios nos creó a su imagen, a imagen de su ser uno y trino, comunión en la diversidad. Y cuando, a causa de su desobediencia, el ser humano se alejó de Dios, Él ofreció un camino de reconciliación, no a los individuos, sino a un pueblo, a un nosotros destinado a incluir a toda la familia humana, a todos los pueblos: “¡Esta es la morada de Dios entre los hombres! Él habitará entre ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos” (Ap 21,3). La historia de la salvación tiene un nosotros al inicio y un nosotros al final, y en el centro, el misterio de Cristo, muerto y resucitado para “que todos sean uno” (Jn 17,21). La historia y el presente, sin embargo, nos muestran que el nosotros querido por Dios está roto y fragmentado, herido y desfigurado. Y el precio más elevado lo pagan los  migrantes, los refugiados o los marginados, como vemos cada día.

Así pues, cada ser humano es hijo de Dios por haber sido creado por Dios a su imagen. Se trata, entonces, de que sepamos verlo también en todo migrante y refugiado y así ayudemos a los de cerca y a los de lejos; se trata de ver en cada ser humano un hermano y una hermana que deben ser acogidos, respetados y amados. El otro se convierte en una ocasión que Dios nos ofrece para contribuir a la construcción de un mundo más justo, más solidario y más  fraterno.

Gracias a la paternidad universal de Dios todos formamos parte de la gran familia humana. Más allá de toda diferencia de etnia, cultura o religión existe una igual dignidad de todo ser humano, por ser hijo de Dios. Estamos llamados a acoger,  proteger, promover e integrar a migrantes y refugiados. Todos somos responsables de todos. En realidad, todos estamos en la misma barca y estamos llamados a comprometernos para que no haya más muros que nos separen, que no haya más otros,  sino sólo un nosotros, grande como toda la humanidad.