F. F.
Al Castellón le tocó el gordo de Navidad el día que decidió prescindir de los servicios de un Ramón María Calderé que había agotado el poco crédito que le quedaba tras fracasar en el intento de ascender al equipo a Segunda B, y fichando a un técnico reanimador como Kiko Ramírez González (Tarragona, 14 de julio de 1970). Llegó él y se empezó a ver la luz al final del túnel. Ocho partidos en el banquillo saldados con siete triunfos y una derrota. Cada entrenador tiene su barita mágica. El nuevo inquilino del banquillo albinegro debe tener el suyo.
El mister aseguró que la pócima está en trabajar y creer en las propias posibilidades. "Yo creí en los jugadores y ellos en mí", aseguró. "Un equipo capaz de remontar resultados muy negativos y goles tempraneros me hacer ser muy optimista, aunque sin despegar los pies del suelo", reconoció. "Queda mucho camino por recorrer, pero estoy muy contento con el grupo", sentenció.
Quiso que la culpa a la trayectoria ascendente del equipo de un tiempo a esta parte recaiga en los futbolistas. "Yo sólo soy el maestro de la orquesta, el que hace que los jugadores salgan motivados al terreno de juego", ironizó. "Me ha sorprendido el rendimiento de todos ellos y estoy convencido de que aún no han llegado al mejor nivel, y va a dar el resto en los próximos encuentros", comentó.
De su obra en el Castellón, hay cierta similitud a la que hizo la temporada 2013-14, en la que clasificó a l’Hospitalet para la fase de ascenso a la Liga Adelante. Allí cuando llegó obró el milagro navideño, con la reacción de la escuadra barcelonesa. "Es un calco. Se repite la historia tal cual, pero veremos cómo acaba esta campaña», dijo un Kiko Ramírez que destacó que «la afición está disfrutando porque ven a su Castellón renacido y con muchas opciones de poder pelear otra ver por el ascenso. Y jugadores y cuerpo técnico no vamos a parar de trabajar hasta lograr el objetivo".