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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

La alegría del Adviento

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El tercer domingo de Adviento nos exhorta a la alegría. Este día resuenan las palabras de san Pablo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos” (Flp 4, 4).

Ante esta invitación nos podríamos preguntar: ¿Podemos alegrarnos? ¿Y por qué hay que alegrarse? San Pablo mismo da la respuesta. El motivo de la alegría es que “el Señor está cerca” (Flp 4, 5). La ‘cercanía’ de Dios no es una cuestión de espacio y de tiempo, sino más bien una cuestión de amor: el amor acerca.

La Navidad nos recuerda esta verdad fundamental de la fe cristiana. Ante el belén, podemos contemplar en el Niño recién nacido el rostro de Dios que por amor se acerca a nosotros: se hace uno de los nuestros para estar con nosotros y comparte nuestra condición humana para hacernos partícipes del amor de Dios que salva y sana.

Podemos alegrarnos por esta cercanía de Dios y dejarnos llenar de la bondad de Dios y de la alegría que suscita que Dios en Cristo está con nosotros.

La alegría de que se trata aquí no superficial y efímera. Es profunda y llena la vida de luz, de esperanza y de paz. La fuente de la alegría cristiana brota de lo hondo: de ese fondo de serenidad que hay en el alma, que, aún en la mayor dificultad, en la enfermedad y en la muerte, se sabe siempre, personal e infinitamente amada, acogida y acompañada por Dios en su Hijo Jesucristo. La alegría cristiana brota de esta certeza:

Dios está cerca, está siempre con nosotros, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y esta alegría permanece también en la prueba.

Hoy no es fácil hablar de alegría. El mundo se ve acosado por muchos problemas, el futuro está gravado por incógnitas y temores; no faltan penurias, contrariedades y sufrimientos en la vida; muchos sienten la soledad, son abandonados o quedan descartados; la enfermedad toca con frecuencia a nuestra puerta y la muerte aparece en nuestra familia. Por ello algunos se preguntan: ¿es posible esta alegría también hoy? La respuesta la dan hombres y mujeres de toda edad y condición social, que han acogido con fe la cercanía del amor de Dios en su Hijo y han sido felices consagrando su existencia a los demás. En nuestros tiempos, santa Teresa de Calcuta fue testigo inolvidable de la verdadera alegría evangélica. Vivía diariamente en contacto con la miseria, la degradación humana y la muerte. Pero regaló a todos la sonrisa de Dios. Gracias a ella, muchas personas murieron con una sonrisa, porque las había tocado la luz del amor de Dios.

El Adviento es una fuerte invitación a sentir la cercanía de Dios y dejarse empapar de su amor; una llamada a dejar que Dios entre cada vez más en nuestra vida.