El artista muestra una obra rica en referencias y matices que se entrecruzan y entrelazan, que se complementan y matizan
La Fundació Caixa Castelló, presenta hasta el próximo sábado 10 de noviembre una selección de esculturas de Miquel Gozalbo (Betxí, 1961). El artista muestra una obra rica en referencias y matices que se entrecruzan y entrelazan, que se complementan y matizan. Sus trabajos invitan al silencio y a la meditación tranquila. Al observarlos asalta al espectador el recuerdo de la peculiar atmósfera de sosiego del taller del artista en pleno centro de Betxí en la comarca de la Plana Baixa de Castellón. Un lugar habitado por multitud de trabajos de todos los tamaños. Su acumulación emula una fundición de formas biomórficas y totémicas que abandonan los referentes clásicos para expandirse a nuevos paradigmas, mostrando la voz y visión propias que el bechinense ha mantenido desde el principio de su carrera.
Gozalbo es un artista que domina la forma y la técnica. Su trabajo sigue la tradición de la escultura metálica de artistas como Pablo Gargallo y Julio González, así como la de los años cincuenta del siglo XX, en cuya órbita se movían artistas españoles que son referencias fundamentales como Jorge de Oteiza, Eusebio Sempere o los entonces jóvenes Martín Chirino y Eduardo Chillida. El hierro forjado, una materia más dura que el granito, presenta a Gozalbo una 'resistencia infinitamente maleable', sin aparentes restricciones, cual serpentinas de papel, cual ondas de la arena en la playa generando pliegues meándricos que se retraen hasta su envés más profundo. Dota al hierro de emoción.
Al igual que ya hicieran escultores como Gargallo, aprovecha las calidades físicas y posibilidades imprevistas del metal para crear nuevas formas, así como para obtener de los procedimientos técnicos una expresión mucho más fuerte e intensa que la de la escultura tradicional. Porque como soporte, el metal, le permite trabajar lentamente de manera no premeditada, sin conocer el resultado final, en unas obras que crecen orgánicamente sobre sí mismas. En su trabajo directo sobre chapa y las barras de metal que ensambla y suelda con paciencia es preciso ir más allá: de lo que se ve y de la superficie hasta el fondo, a su interior; de la obra a los ecos que emanan de ella. Esto es lo que permite al artista una libertad, una espontaneidad y una expresividad sorprendentes.
Porque Gozalbo las hace evolucionar, en algunos casos durante años, como la gestación de un cuerpo vivo que plantea la posibilidad de dejar abiertas nuevas variaciones, avanzando lentamente, moldeándolas a su antojo, como fruto que crece en una planta que surge de su imaginación abstracta. Trabaja en el proceso de gestación de un cuerpo vivo, predominantemente curvo, que se expande, con una fascinante elegancia, llevando hasta el extremo los contrastes entre una materia tan resistente como es el hierro y el pliegue metálico al que impone su voluntad. Y al hacerlo transmite la emoción tan singular que hace que el espectador participe de la potencia creadora de sus trabajos.
Su trabajo huye de lo espectacular, de la teatralidad de la apariencia, no busca que el espectador quede aplastado por la monumentalidad de unas obras que en muchos casos se plantan directamente en la tierra. En su taller, la yuxtaposición de piezas causa una fuerte impresión al visitante: la evidencia de un flujo de esculturas que, a pesar de su color oscuro y aparente robustez, confieren una extraña sensación de ausencia de peso, de una extrema ligereza que va más allá de su volumen. Gozalbo enfrenta al espectador con una obra de 'realismo' aparentemente liviano.
Como puede comprobarse en las obras expuestas en la Sala Sant Miquel de la Fundació Caixa Castelló, la exposición refleja la madurez de un artista, todavía demasiado desconocido, con un lenguaje claramente definido en el que evidencia que es capaz de imprimir un sentido fuertemente personal a sus esculturas en hierro. La Fundació Caixa Castelló ha tenido el privilegio de contar, para la realización de esta muestra con la colaboración decisiva del artista, brindándole con ello su sentido homenaje. Desde las primeras obras, realizadas a mediados de la década de los años ochenta del siglo pasado con material de despiece descartado de los talleres para las fábricas de cerámica de la zona, en las que queda evidente la influencia del oficio de herrero de su padre, que fue quien le introdujo en el oficio, la técnica de la forja y la soldadura, hasta la monumental Espai-Temps, la obra central que preside la exposición, en la que se concentra la evolución del artista desde el inicio de su carrera hasta la actualidad.
Realizar esta exposición ha supuesto un desafío, pues supone una importante aportación al discurso de la Sala Sant Miquel de la Fundació Caixa Castelló en su objetivo de mostrar las transformaciones ocurridas en las prácticas artísticas de los últimos cuarenta años. La intención no ha sido mostrar una cartografía exhaustiva de la trayectoria de Miquel Gozalbo, sino la de seleccionar un conjunto de piezas significativas procedentes de su taller, nunca expuestas con anterioridad, en las que encontramos algunas de las claves fundamentales de su escultura. Unas obras en las que se ha cancelado la gravedad, en las que su peso no se siente y que, por su monumentalidad, su buena factura y su potencia esconden o, si se prefiere, exhiben, muchas otras lecturas y mucho más enriquecedoras. Quedan reservadas al espectador.