La provincia la vivió con especial intensidad en el siglo XIV y luego a mediados del XVII
Una de las pandemias más mortales que ha vivido la humanidad ha sido la de la Peste, que también sacudió a Castellón durante cuatro siglos. La primera oleada conocida en Castellón fue a mediados del siglo XIV y generó una gran despoblación. En el XVII Las escenas en la provincia y en la capital ponen los pelos de punta: miedo, terror, confinamiento, multas y abandono de familiares a su suerte. La peste pudo ser reducida gracias a los antibióticos.
Esperanza Molina/ Castellón Información
Cuentan los historiadores, que la primera Peste conocida se produjo en tiempos del emperador romano de Oriente, o Imperio Bizantino, Justiniano a mediados del siglo VI. Fue conocida como ‘La Plaga de Justiniano’, pero estudios recientes afirman que el ADN de la enfermedad (Yersinia Pestis) era el mismo que el de la Peste Negra que asoló Europa a partir de 1330, y que duraría más de cuatro siglos.
El origen de la plaga
El origen de la Peste procede de Asia y, como otras enfermedades, pasó de un animal a los humanos. En este caso, la sufrían las ratas a través de las pulgas que portaban la pandemia. Las pulgas infestaban a las ratas y estas, a su vez, la contagiaban a los humanos.
“Las ratas son infectadas a través de un vector, que en este caso es la pulga de rata (Xenopsylla cheopis). La pulga chupa la sangre de un animal infectado e ingiere a la vez bacterias de Yersinia pestis, las cuales se multiplican en el intestino de la pulga y serán transmitidas a otra rata en la siguiente picadura de la pulga.
La enfermedad se irá extendiendo de forma que la mortalidad entre las ratas se hace tan elevada que la pulga busca nuevos hospedadores, entre los que se encuentra el hombre” (https://es.wikipedia.org/wiki/Yersinia_pestis).
¿Qué influyó para que se generara la enfermedad y se extendiera la pandemia?
Hay estudios que señalan al clima, como uno de los causantes. del incremento de ratas, y de la especial incidencia de la enfermedad en las sociedades de los siglos XIV y XVII.
Una alteración climática en Asia, según estos estudios, habría multiplicado el número de ratas infestadas. La subida de las temperaturas pudo llegar a originarlo. Eso, y otro cambio climático en Europa, con épocas de fríos, sequias o tormentas, contribuyeron a su mortandad en una población mal alimentada, desnutrida, sin medidas higiénicas y siempre en guerra.
Extensión de la enfermedad en época de Justiniano:
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No hay relatos en lo que se refiere a cómo pudo afectar aquella primera oleada a la ciudad de Castellón en época de Justiniano. Aunque si se conoce algunos de sus focos de infección a través de la conquista de aquel emperador romano.
La Peste Negra del siglo XIV y su incidencia en la provincia de Castellón
Los primeros datos de la Peste Negra o Peste Bubónica, que generó la ‘Enfermedad Negra’ en Europa, se remontan a mediados del siglo XIV. Una vez más el origen se habría producido en Asia, y se habría transmitido de Oriente a Occidente a través de La Ruta de la Seda, para transportar elementos valiosos de oriente a occidente y el comercio por mar hasta los puertos italianos, propagaron la enfermedad.
Las dos variantes de la Peste eran: la Peste bubónica, conocida así por los ‘bubones’ que generaba en las personas. La muerte se producía al cabo de cinco días del contagio.
Peste neumónica: Se producía cuando las células de ‘Y’ eran inhaladas y llegaban a los pulmones.
(The burial of the victims of the plague in Tournai. Detail of a miniature from "The Chronicles of Gilles Li Muisis" (1272-1352), abbot of the monastery of St. Martin of the Righteous. Bibliothèque royale de Belgique, MS 13076-77, f. 24v.)
Síntomas de la Peste negra:
- Fiebre alta incluso superando los 40 grados.
- Tos y esputos sanguinolentes.
- Sangrado por la nariz y otros orificios.
- Sed de aguda.
- Manchas en la piel de color azul o negro debido a pequeñas hemorragias cutáneas.
- Aparición de bubones negros en ingles, cuello, axila, brazos, piernas o tras las orejas, debido a la inflamación de los ganglios pertenecientes al sistema linfático.
- Gangrena en la punta de las extremidades.
- Rotura de los bubones supurando líquido con un olor pestilente.
(Imagen Calavera - De Desconocido - Deutsches Historisches Museum Berlin, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22485933)
Los primeros datos de la Peste Negra en la provincia de Castellón se refieren a los años de 1349 a 1369.
Cuentan los historiadores, que aquellos brotes fueron importantes, hasta el punto de que el rey Pedro IV se vio obligado a perdonar varios tributos a Castellón por la situación de calamidad en que se hallaba a causa de las enfermedades y la pobreza. A finales del siglo XIV y principios del XV, la enfermedad reducía la población de 3.900 a 3.500, y posteriormente a 2.600 habitantes. La gente pudiente abandonaba las ciudades, la despoblación se acentuó en la provincia y más aún en los núcleos de población. A la Peste se sumaban el paludismo, por el cultivo del arroz, y los fuertes temporales y aguaceros que malograron las cosechas.
De mediados del siglo XIV son los primeros documentos de la Romeria de les Canyes como una rogativa penitencial al Castell Vell. Y también de finales de ese siglo, la especial devoción a Lledó.
En 1439 el santuario de Lledó acogía a tantos peregrinos y ciudadanos hambrientos, que “el municipio ordenó el desalojo de la Iglesia, la retirada de camas y enseres del templo y su traslado, como mínimo, a los pórticos o, en su caso, a las caballerizas de la casa del ermitaño.
La huida de la ciudad generó situaciones excepcionales “Tan mal estaban las cosas que el Ayuntamiento llegaba a efectuar menesteres de celestineo, instando a algunas parejas de jóvenes a contraer matrimonio, para estabilizar su presencia en la villa y aumentar su cada vez más mermado número de habitantes” (Gascó, 2007).
El morbo de 1647
Hospital de Apestados- Goya
Comité de Crisis: 'La junta del Morbo'
Otro de los momentos más señalados de la presencia de la Peste en Castellón se produce a mediados del siglo XVII.
Cuenta Balbás, que en el verano de 1647 se produjeron los primeros casos de Peste en Ruzafa, Valencia. Y al principio ni se le dio importancia ni se adoptaron medidas de protección de la población para evitar contagios. No fue hasta septiembre, cuando Valencia dio la voz de alarma y los municipios de la Comunitat Valenciana comenzaron a adoptar medidas de prevención.
Medidas preventivas parecidas a las del siglo XXI
Los jurados de Castellón adoptaron medidas preventivas, como tapiar las puertas de la ciudad; reducir la movilidad entre poblaciones, fundamentalmente entre Castellón y Valencia, y restringir el paso a toda persona que no hubiera pasado la cuarentena en la Magdalena. Se habilitó también lo que quizá hoy se hubiera llamado Hospital de Campaña, en el Plá, que entonces recibió el nombre de Hospital de Apestados en la ‘Casa blanca’, en Sant Roc. También se nombró ‘La Junta del Morbo’, como Comité de Crisis.
No fueron tiempos fáciles. Hubo acusaciones, multas, cuarentenas obligadas en la Magdalena. Y como ahora, también se cotizaban los remedios populares para evitar los contagios, tales como llevar un emplasto de arsénico en el pecho, beber agua de ‘ruda’, o el más empleado fue el medicamento de la ‘triaca magna’.
Los EPIs, Equipos de protección sanitarias
Los médicos y asistentes de los enfermos debían llevar puesta una túnica de tela de hilo engomado (de boací). Las túnicas especiales eran portadas también por los religiosos que administraban los sacramentos, y para las confesiones se interponía una antorcha encendida entre el apestado y el confesor. La extremaunción se aplicaba mediante una varilla de plata, al tiempo que se quemaba espliego e incienso. Por otra parte, los pobladores de aquella época estaban convencidos de que el mal se contagiaba por medio de la respiración y también obligaron a confinar dentro de las casas a los animales y los perros o gatos que deambulaban por la calle eran sacrificados.
1647 se saldaba con acierto y pocos casos. Pero fue una falsa alarma, porque los contagios y los decesos se multiplicaron en enero de 1648. Se colapsó el hospital de apestados en el Plá, se subió el sueldo a los médicos dado el intenso trabajo que afrontaban. Se acabaron las medicinas en las boticas y hubo que traerlas desde Zaragoza. En esta situación se multiplicaron los gastos y hubo que habilitar presupuestos de emergencia, aún a costa de los sueldos que debía de abonar, para atender la guerra de la de Felipe IV contra Cataluña y Francia.
Castellón también dirigió cartas a los municipios mas cercanos, Vila-real, Burriana, Almazora, Nules, Alcora,y Borriol, para que extremaran las precauciones.
La peste incrementaba su crudeza. El Hospital del Plá no daba para más y hubo que montar un nuevo hospital. Se buscaron médicos fuera de la ciudad y llegó a emitirse un bando que permitía registrar las casas en busca de posibles infestados que no hubieran sido comunicados a la Junta del Morbo, y multar a quienes incumplían las medidas sanitarias.
La Peste, la mortandad y los contagios también promovieron la construcción de un nuevo cementerio, junto al Hospital de Apestados, en el Pla, para los que murieran víctimas de la peste, que fue bendecido el 2 de julio de 1648. Cabe recordar que el camposanto oficial estaba situado en la plaza Mayor de Castelló.
Terror y estragos, los enfermos abandonados tras los barrotes
La pandemia hacía estragos y el terror inundaba la ciudad, ni los religiosos se atrevían a entrar en los hospitales y los enfermos morían en soledad.
A mitad de julio de 1648, con los hospitales repletos se ordenó que las cuarentenas fueran domiciliarias y se colocaban guardias en las puertas para evitar entradas y salidas.
Y no fueron las peores medidas, las adoptadas en Castelló, ya que contaba Balbás, que en otros sitios se ponían barrotes en puertas y ventanas y la gente quedaba encerrada y chillando, pidiendo auxilio al exterior.
El miedo a la enfermedad dejó enfermos desasistidos, a su suerte, familias rotas por la muerte o el abandono.
Como además se consideraba que el agua era dañina para los enfermos, no se les daba de beber y estos entraban en delirio y luchaban por escapar. El Hospital del Pla hubo de blindarse con un fuerte enrejado para contener a los enfermos.
Los médicos y cirujanos eran pocos y algunos también fallecían, otros se negaban a atender a los apestados y fueron obligados a ellos con fuertes multas, confiscación de bienes e incluso destierros de por vida.
La Junta convino que los ciudadanos debían comer bien para poder presentar resistencia a la peste y se dio permiso para comer carne los viernes y los sábados, y los días de ayuno. Pero como también escaseaban los víveres, se prohibió también la venta y compra de muchos alimentos, bajo multa de 25 libras.
Llegó un momento, en agosto de 1648, que tampoco había quien enterrara a los muertos, por lo que se solicitaron enterradores a Valencia y se solicitó que se permitiera salir de la cárcel a los condenados a galeras para que acometieran este trabajo.
La pesadilla comenzó a remitir en el mes de septiembre y aunque se dieron casos hasta enero de 1649.
En 1649 Los efectos de la peste también se dejaron sentir en Sant Mateo, Vinarós, Benicarló, Traiguera, Albocàsser y El Maestrat.
a pandemia pudo controlarse poco a poco, pero ojo, no fue solo la peste lo que tuvieron que soportar los ciudadanos, porque, como a perro flaco todo son pulgas, la enfermedad convivió con la guerra, la sequía, el hambre, la desolación y la miseria.
En 1650 se declara a Castelló villa libre de contagio.
Pero los contagios volvieron a producirse en 1652, tanto en Castelló como en el resto de las poblaciones de la provincia. En el lugar del Hospital del Plá se estaba construyendo la ermita de Sant Roc, y los nuevos contagiados hubieron de trasladarse a ‘la canterería de Lledó’. Una vez más se ubicó la Magdalena como lugar de cuarentena. El verano de 1652 volvió a ser terrorífico y no bastaron los hospitales de apestados para acoger a tanto infestado. Volvieron a faltar los médicos, volvieron a cerrarse las puertas de la ciudad. Esta segunda oleada comenzó a remitir en el mes de octubre. A finales de ese mes la ciudad volvía a la normalidad.
La peste volvería a visitar la provincia en varias ocasiones, y se relatan casos ocurridos hasta a finales del siglo XIX, pero no ya con la contundencia de aquellos años fatídicos entre 1649 y 1652.
Los expertos se contradicen en cuanto a si la peste, en cada oleada, volvía a ser importada de Asia o siempre se mantuvo en la población durante aquellos 400 años, y fueron otras circunstancias los que la convertían en una pandemia. Las guerras, la falta de higiene, las malas cosechas en determinados periodos y, con ello, las hambrunas. No fue sino hasta finales del XIX cuando la peste producida por bacteria de Yersinia pestis, comenzó a poder combatirse con efectividad, gracias a la aparición de los antibióticos.