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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:57

La política, un oficio de riesgo

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Debemos asumir que la mayor parte de los políticos han accedido a esta noble tarea movidos por el deseo de defender sus ideales y ayudar a que la sociedad se vea bien atendida y su municipio, su región y su país avancen por el camino del progreso.

Hay que tener un carácter muy especial para aproximarse a esta actividad que todas las encuestas sociológicas consideran como la menos prestigiada de entre todas las profesiones posibles y en la que cada mañana hay que estar preparado para tragarse un sapo.

Sin duda es la forma de comportarse de quienes se han acercado a la política con el único propósito de medrar y han aplicado prácticas poco ejemplares para lograrlo, los responsables del desprestigio de la profesión.

En los últimos tiempos hemos venido siendo testigos de los ataques de que han sido objeto muchos políticos. En realidad tales ataques han venido ocurriendo desde el principio de los tiempos, desde Julio Cesar hasta Robert Fico, el Primer Ministro eslovaco recién tiroteado, pasando por cuatro Presidentes estadounidenses (Lincoln, Garfield, Mac Kinsey y Kennedy), cinco españoles (Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero) y personalidades tan relevantes como  Juan Pablo II, el Premier sueco Olof Palme, el japonés Shinzo Abe, Gandhi, Anwar el Sadat, Aznar, Bolsonaro, algunos de ellos con fatal desenlace, otros que afortunadamente lograron sobrevivir.

Lo cierto es que desde el poder nunca se gobierna a gusto de todos y basta con que algún desequilibrado considere al político responsable de sus frustraciones para que intente poner fin a sus días.

Aunque en el pasado se teorizó sobre la legitimidad del tiranicidio -en especial en el influyente libro del siglo XVI "Vindiciae contra tyrannos" ("Defensa contra los tiranos") de autor anónimo- en el siglo XX y con la generalización de la democracia existen vías políticas y judiciales para liberarse de un dirigente indeseable sin tener que recurrir a la violencia. El voto y las elecciones son las mejores formas de desprenderse de un tirano siempre que el sistema no esté tan pervertido que incluso esta via sea impracticable. En cualquier caso, el magnicidio debe estar excluido de la vida política de nuestro entorno.  Como también debería estarlo la agresión verbal y el insulto a dirigentes y entre dirigentes, nacionales o extranjeros.

En los últimos días la práctica del bulo, de la máquina de embarrar y el insulto están al orden del día en España. Las sesiones del Parlamento y la ofensas entre diputados y senadores reflejan un ambiente desalentador para el país, al comprobar cómo sus representantes pierden las formas a diario.

Por si algo faltara, ahora nuestros políticos se dedican a insultar a líderes de países amigos como es el caso del israelí Netanyahu, la italiana Meloni y de forma más visible, al argentino Milei a quien un simple ministro de transportes se atrevió a llamar drogadicto. Fíjense ustedes que en todos los casos se trata de insultos dirigidos contra gobiernos de derechas. La respuesta de Milei no se hizo esperar y en su reciente visita no oficial a nuestro país tildó (sin mencionarla) a Begoña Gómez de corrupta.

Muy mal Puente y mal Milei. La solución hubiera debido ser llamar a consulta al Embajador argentino en Madrid después del insulto de Puente con lo que nos hubiéramos ahorrado la escalada de descalificaciones y habríamos evitado estar al borde de una ruptura de relaciones con un país con el que nos unen tantos lazos que la quiebra se volvería fratricida.

Basta de agresiones señores políticos. Si no son ustedes capaces de contenerse, dedíquense a otros menesteres. Al boxeo, por ejemplo.