Miguel Bataller. Ciudadano del mundo y jubilado.
No creo que nadie que me conozca, no sepa que soy un auténtico apasionado de los deportes y que para mí las Olimpiadas marcaran siempre un ciclo muy importante cada cuatro años.
También tengo que confesar que soy un profundo admirador del pueblo japonés, desde la primera vez que visité aquel país en los años setenta del siglo pasado y en cada uno de mis viajes posteriores el Imperio del Sol Naciente, esa simpatía ha ido acrecentándose, basada en la laboriosidad, inteligencia natural e inducida del país y su fidelidad a sus Instituciones.
Por eso me quede sorprendido, cuando el gobierno japonés, sabiendo que el 70 % de la opinión pública del país era contraria a la celebración de los Juegos Olímpicos, quiso seguir adelante en la celebración de los mismos.
Desde luego, si alguien en el mundo era capaz de llevarlos a cabo con cierta dignidad y garantía era Japón.
Precisamente por eso, a pocos días de su inicio, hemos podido comprobar su perfecta sincronización en una inauguración creativa, evitando masificaciones en la misma y que no pudo ser más brillante dadas las circunstancias.
Pero a pesar de todo lo dicho, no sé si por exigencias del Comité Olímpico Internacional, de la Organización Mundial de la Salud o del propio Gobierno Japonés, sí que me parece un despropósito esos miles de pruebas y test de COVID, que están creando tantos problemas de difícil solución, que pueden acabar desprestigiando a todas las Instituciones vinculadas a las Olimpiadas en el tema sanitario.
Y les voy a comentar el caso, que a mí me ha impulsado a escribir esta columna.
El sábado día 24 a última hora, salta la noticia de que Jon Rahm ha dado positivo y no podrá participar en los Juegos de Tokio.
Me quedé impactado, ya que hace apenas un mes, tuvo que abandonar el Open Británico cuando estaba ya acabando y tenía todas las posibilidades de ganarlo, por dar un positivo en Covid.
Luego ya se reincorporó a los quince días a la vida normal al dar varios negativos consecutivos como manda el protocolo.
¿Por qué ahora se le vuelve a impedir participar en las Olimpiadas?
Todo esto me hace pensar que la fiabilidad de los test, es tan deficiente, cuando salen los resultados, es como jugar a una lotería o bailar la “Parrala”, es decir que te puede salir “la parrala sí o a la parrala no” indistintamente.
¿Son falsos positivos o falsos negativos?
¿Cómo es posible que en el plazo de un mes prácticamente, una persona coja el Covid, pase la cuarentena de diez días, se haya curado y a los quince días vuelva a dar un positivo?
Se supone que si pasó la enfermedad, su organismo generó lo anticuerpos necesarios y aunque le quedara algo de carga vírica al mes, porque suele tardar algo más en eliminarse la carga vírica, habrá que suponer que no por eso esté enfermo aún, sino que está en el proceso de recuperación lógico.
Esta es la opinión de un “lego” en medicina, pero que paso por ese trago hace poco más de un año y así me lo explicaron.
Luego me he vacunado pese a tener análisis hechos cada seis meses para tener la seguridad de que ya no me quedaba carga vírica y tenía abundantes anticuerpos y lo hice por proteger a mi familia y amigos.
A veces tener demasiada información te hace razonar de una forma equivocada, pero yo explico mis vivencias y como conozco bien la mentalidad japonesa por haber convivido con ellos varias veces en los últimos cincuenta años, es por lo que he escrito esta columna.
Hasta la semana que viene amigos.