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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 21:55

Los veterinarios y la FVMP alertan sobre el uso de collares eléctricos en los animales

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Las descargas que infligen estos collares cuando los animales ladran pueden llegar a provocar trastornos compulsivos, conductas destructivas o síntomas somáticos

Los ladridos son una causa frecuente de molestias en el vecindario, y por tanto de quejas y denuncias a las autoridades locales. La solución, en cualquier caso, no debería pasar nunca por la utilización de collares eléctricos. Así lo creen tanto el Consell Valencià de Col.legis Veterinaris (CVCV) como la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) que, ante la extensión en el recurso a estos artefactos especialmente ahora en verano, hacen un llamamiento a propietarios de animales e incluso a las autoridades locales, para evitarlos. Para respaldar este mensaje, ambas entidades han editado un tríptico explicativo en el que se aclara que las descargas que infligen estos aparatos a los animales “además de conllevar un riesgo real de lesión física, son contraproducentes en la resolución del problema: el collar actúa sobre el ladrido, que es el síntoma, pero no considera la causa, que suele ser la ansiedad”, se dice literalmente en el tríptico difundido.

Muchos perros ladran durante horas cuando están solos en casa o en una terraza al aire libre. “Aunque existen distintos motivos, en muchas ocasiones el problema es la ansiedad relacionada con la separación de sus propietarios. Los perros están predispuestos a reaccionar así al tratarse de una especie gregaria: la seguridad la obtienen del grupo, siendo un peligro quedarse solos en la naturaleza”, explica la presidenta del órgano colegial autonómico de los veterinarios, Inmaculada Ibor. Tras la llamada de algún vecino que padece las molestias, suele ser la policía local quien tiene el primer contacto con los responsables del animal denunciado. En tal situación, muchas veces por desconocimiento o por temor a posibles sanciones, se suele recurrir a estos collares, que además se adquieren sin mayor control ni exce-sivas explicaciones en sus instrucciones. Estos aparatos contienen un dispositivo con dos diodos que envían una des-carga eléctrica al cuello del perro, bien desde un control remoto o mediante un impulso automático si detecta vibración, como en un ladrido.

Los veterinarios desaconsejan este método. “En el mejor de los casos, el problema quedaría enmascarado; en otros, la ansiedad no resuelta se expresará de otras maneras: trastornos compulsivos, conductas destructivas, síntomas somáticos como vómitos o diarrea, etc.”, se añade en el folleto difundido entre todos los ayuntamientos valencianos.

La FVMP, además de colaborar en la iniciativa, ha incluido el documento en la Xarxa de Benestar Animal promovida por ésta. Se trata de una red de municipios -que se anticipa y que viene recogida en la futura Ley de Protección, Bienestar y Tenencia de los Animales de Compañía, que está en su última fase de tramitación en Les Corts- que trata de impulsar un modelo de ciudad ‘amable’ con la presencia de animales domésticos, que quiere optimizar los recursos existentes para el desarrollo de esta norma y adecuar las ordenanzas locales de tenencia de animales domésticos en el entorno humano.

Los collares eléctricos ya están restringidos o prohibidos en algunas autonomías españolas y tampoco están autorizados en algunos países miembros de la UE, como Dinamarca, Alemania o Eslovenia así como en otros también europeos no comunitarios como Noruega o Suiza. Tanto el anteproyecto de Ley de Protección, Derechos y Bienestar de los Animales aprobado el pasado 1 de agosto por el Consejo de Ministros como la ya citada normativa que promueve el Consell, restringen su posible uso. El Convenio Europeo para la Protección de los Animales de Compañía también prohíbe “el uso de ayudas artificiales para el entrenamiento que causen sufrimiento físico y psicológico”.

La solución recomendada por el CVCV no pasa por la utilización del collar eléctrico, sino por el diagnóstico de causa y su posterior tratamiento. En tales circunstancias la visita al veterinario podría aportar las primeras respuestas y consejos. Si fuera necesario, incluso, el caso podría derivarse a un profesional veterinario especializado en el comportamiento animal, un etólogo.