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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Lourdes en casa

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Casimiro López. Obispo de Segorbe-Castellón.

En unos días recibiremos las reliquias de santa Bernardita con motivo de la celebración en 2019 de un Año dedicado a ella. Nuestra Diócesis ha querido sumarse a esta celebración recibiendo, como otras 47 diócesis de España, sus reliquias para acercar a esta santa especialmente a todas aquellas personas que, por diversos motivos, no pueden ir a Lourdes. Deseamos que así nazca o renazca entre nosotros la devoción a Bernardita y a Nuestra Señora de Lourdes. A través de las reliquias de Bernardita podemos experimentar aquí la cercanía de la Virgen y escuchar y acoger su Mensaje en Lourdes, que no ha perdido actualidad.

Bernardita fue testigo y protagonista de las apariciones de la Virgen María en la Gruta de Massabielle, del 11 de febrero al 16 de julio de 1858. Por su pobreza y humildad, ella había sabido cultivar las virtudes cristianas de la inocencia, la amabilidad, la bondad, la caridad, la piedad y la dulzura. La Virgen visita a un alma pura y llena de amor por su Hijo, un alma dispuesta a cualquier sacrificio para llevar a cabo la obra de Dios; a ella le puede confiar el mensaje que desea comunicar al mundo.

El “mensaje de Lourdes” está en los gestos y las palabras entre la Virgen y Bernardita durante las apariciones. El 11 de Febrero de 1858, Bernardita, su hermana y una amiga van a recoger leña por los prados y se acercan a la gruta de Massabielle, el ‘cubil de los cerdos’. Bernardita queda sola; oye una ráfaga de viento y nota que los árboles no se mueven; entonces, en un hueco de la gruta, ve un resplandor y, en seguida, a una jovencita muy hermosa que le sonríe. La gruta era un lugar sucio, oscuro, húmedo y frío. Y allí quiso aparecerse María, que es toda pureza y blancura, signo del amor de Dios y de lo que Dios quiere realizar en nosotros. He aquí el signo: El encuentro entre la riqueza de Dios y la pobreza del hombre. Dios viene a encontrarse con nosotros en medio de nuestras miserias, pecados y enfermedades, para limpiarnos y salvarnos.

El 18 de febrero, la Virgen habla por primera vez. “Lo que tengo que decirle no es necesario ponerlo por escrito”. María quiere entrar con Bernardita en una relación de amor, que se sitúa a nivel del corazón. Y la invita a abrir su corazón a ese mensaje de amor. A la segunda palabra de la Virgen, “¿quiere hacerme el favor de venir aquí durante quince días?”, Bernardita se queda sin habla. Por primera vez alguien la trata de “usted”; al sentirse respetada y amada, hace la experiencia de ser una persona. Todos somos dignos ante Dios. Porque cada uno es amado por Dios. La tercera palabra de la Virgen es: “No le prometo hacerle feliz en este mundo, sino en el otro”. Cuando Jesús en el Evangelio nos invita a descubrir el Reino de los Cielos, nos invita a descubrir, en el mundo tal y como es, “otro mundo”. Allí donde hay Amor, está presente Dios.

Durante las siete primeras apariciones, Bernardita aparecía con rostro radiante de felicidad y de luz. Pero, entre la octava y la duodécima aparición, todo cambia: la cara de Bernardita se vuelve triste y dolorosa, y realiza gestos incomprensibles. Porque la “Señora” se lo pide, va de rodillas hasta el fondo de la Gruta, besa el suelo sucio de la Gruta, come hierbas amargas, rasca el suelo e intenta beber agua fangosa, y se ensucia la cara con barro. Durante cuatro apariciones Bernardita repitió los mismos gestos. ¡Nadie lo entendió! Sin embargo nos encontramos en el corazón del “mensaje de Lourdes”. Los gestos de Bernardita son gestos bíblicos, que expresan la Encarnación, Pasión y Muerte de Jesucristo. Andar de rodillas hasta el fondo de la Gruta: es el gesto de la Encarnación, la sumisión de Dios hecho hombre. Comer hierbas amargas recuerda a la tradición judía según los textos antiguos. Ensuciarse la cara remite al profeta Isaías que, cuando habla del Cristo, le muestra bajo los rasgos de un Siervo que sufre.

En la novena aparición, la Señora pidió a Bernardita que fuera “a beber y a lavarse en la fuente”. Así se nos desvela el misterio mismo del corazón de Cristo: “Un soldado, con la lanza, le traspasó el costado y, al punto, brotó sangre y agua”. El corazón del hombre, herido por el pecado, está significado en las hierbas y el barro; pero en el fondo del corazón está la vida misma de Dios, representada en la fuente. Le preguntaron a Bernardita si la Señora le había le había dicho algo: “Sí, la Señora repetía: Penitencia, penitencia, penitencia. Rece por los pecadores”. Recordemos que “Penitencia” significa “Conversión”. Para la Iglesia la conversión consiste en volver nuestro corazón a Dios y a los hermanos.

El 25 de marzo de 1858, Bernardita pide a la Señora que le diga su nombre. La Virgen le responde: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. María fue concebida sin pecado, por los méritos de Cristo en la Cruz. En el día de la “concepción” de Jesús en el seno de María, la Señora dice su vocación: concebir al Hijo de Dios. Para ello es Inmaculada, habitada por Dios. Así, la Iglesia y todos los cristianos han de dejarse habitar por Dios para ser inmaculados y ser también ellos testigos de Dios.