El escritor vila-realense repasa la trayectoria del género y el furor 'por moda' actual
Luis Aleixandre. Escritor/Castellón Información
Que la novela negra está de moda es una realidad; no cabe ninguna duda. Y no solo porque fue el género de la trama que se llevó el suculento premio del premio Planeta 2021, que también, sino porque es, desde hace años, fuente de inspiración de numerosos escritores que ahondan en las oscuras aguas de la maldad humana para desarrollar sus argumentos literarios. Se lo dice un servidor, que lleva un tiempo bregando con tramas y personajes de tinte oscuro y descarnado. Esta bendita moda es tan poderosa y atrayente que ha provocado, incluso, que algunos escritores no hayan dudado en salirse de sus cauces literarios naturales para hacer sus pinitos dentro de la novela negra o policial, sin pudor alguno, solo por la moda, solo por tener acceso a uno de los numerosos premios literarios que brinda este género y obtener así el reconocimiento (léase alimento del ego) que no obtuvo con las obras que creaba con los dictados de su corazón (así se desmoronan los criterios de pureza y superioridad de la que hacen gala algunos elementos que pululan por este mundillo tan apasionante). Pero esto no es nuevo, ya lo aventuró Charles Darwin con su teoría de la evolución: solo sobreviven aquellos que mejor se adaptan a los cambios del entorno. Otros, con toda la jeta de quien piensa que los demás no son demasiado avispados, merodean por los numerosos festivales de novela negra con obras que no son del género ni por aproximación; vaya usted a saber la de favores que se intercambian en detrimento de la pureza de actos que pretenden ensalzar la literatura negra y policial. Lo que ocurre en algunos festivales de novela negra es para analizar, pero eso es harina de otro costal, o quizás un tema apasionante a desarrollar en un próximo artículo.
Así que, dejando de lado a la feroz medusa de tres cabezas varoniles con nombre de mujer molona, a los que venden su alma al diablo por un fugaz momento de gloria y a los avivados de turno –que por qué no decirlo, todos ellos también han demostrado esfuerzo y dedicación en el difícil arte de escribir–, lo que pretendo con este artículo es hablarles de oportunidades.
Verán ustedes, corría el mes de mayo de 1953 cuando Mario Lacruz publicó El inocente, (Ed. Luis de Caralt) obra que muchos consideran la primera novela negra en España –y uno de cuyos ejemplares tengo la suerte de atesorar en mi biblioteca–. Desde entonces, y sin ánimo de extenderme en la historia de la novela negra, esta se ha desarrollado como un subgénero literario un tanto aislado por parte de las grandes editoriales, que mostraban en primera línea de sus escaparates otros géneros más, digamos, comerciales. Tal vez solo sea mi impresión, pero creo que a las grandes empresas editoriales no les gustaban las cargas de profundidad con las que las tramas negras detonaban, sin cortapisas, los cimientos de ciertos estamentos de la sociedad –léase: cuerpos policiales corruptos, cargos políticos facinerosos, órdenes religiosas que se extralimitaban, tejemanejes de poderosos financieros, una burguesía excesivamente cínica u otros personajes menesterosos que pululan por nuestras ciudades–.
Así pues, aparecieron las colecciones de novelas negras en España, en formato de pequeño tamaño (ediciones de bolsillo) y agrupadas en diversas selecciones, editadas para que los amantes de este tipo de lecturas tuvieran cubiertas sus necesidades lectoras y pudieran dirigirse a esos abrevaderos literarios sin entorpecer el gran negocio que suponía la comercialización del resto de géneros mayores –y menos incómodos–. Una de las primeras editoriales que se atrevió a sacar al mercado una de estas colecciones de literatura negra/policíaca fue Barral editores con su Serie Negra 31 Policial, donde, a finales de los años sesenta, publicó novelas de reconocidos autores internacionales del género –con los sempiternamente nombrados Dashiell Hammett y Raymond Chandler a la cabeza–.
Pero fue la editorial Bruguera con su 'Serie Negra' quien, además de una editar las obras de una legión de autores foráneos a finales de los setenta, apostó por escritores españoles como Mario Lacruz y Jaume Fuster, además de otros que se iniciaban en ese momento en el género, como Carlos Pérez Merinero o Juan Madrid.
Mi serie preferida surgió a mediados de los años ochenta bajo el paraguas de Ediciones Júcar con el nombre de 'Etiqueta Negra'. En ella se publicó a un número más extenso de autores españoles, que se distinguían por su auténtica devoción hacia la escritura de novelas del género negro y criminal: Manuel Quinto, Julián Ibáñez, Juan Madrid, José Luis Muñoz, Carlos Pérez Merinero, Andreu Martín, Francisco González Ledesma y Juan Antonio de Blas. Hace cuarenta años no destacaban en el género, pero hoy en día son reconocidos autores claves de la historia de la novela negra española. Y a eso me refiero cuando unos párrafos antes les he hablado de las oportunidades. Ellos aprovecharon la suya y participaron en esas colecciones de novela negra y policial, y con el tiempo se les ha reconocido su valía e innegable aportación a la literatura española.
Permítanme ahora que dé un salto en el tiempo y me traslade al presente. Hace tan solo cuatro meses, nació en Huelva una editorial llamada Cosechanegra ediciones con un único objetivo: publicar novela de género negro de calidad y de escritores españoles que no han alcanzado el relumbrón que poseen los literatos de las grandes empresas editoriales, pero a los que pretende mimar y empujar hacia un público ávido de este tipo de historias. Para ello edita novelas de 15x21 centímetros con papel ahuesado de 90 gramos, un diseño de portadas con arte identificable, con cubierta a todo color de doble solapa y a unos precios más que asequibles para contenidos de trescientas páginas de media. Así son las novelas que nos ofrece Cosechanegra ediciones en su colección. Autores como Antonio Parra Sanz, Alfonso Gutiérrez, Diego Martín, Osvaldo Reyes, José Francisco Alonso, Alberto Pasamontes Navarro, Olivia C. Rozas, Miguel Izu, Martín Garrido Ramis, el propio editor Pedro J. Martín y Luis Aleixandre Giménez –sí, yo mismo– somos los primeros 'cosechantes' que aportamos nuestras novelas a esta colección que –quién sabe—quizás dentro de unas décadas se considere representativa de la novela negra española de la época post pandemia Covid-19.
Estas son las oportunidades de las que hablaba al principio. Una, la que agradecemos los autores que formamos parte de este proyecto tan atractivo que nos ofrece la posibilidad de desarrollar nuestras dotes literarias en unas condiciones idóneas. Y la otra, la que os brinda la nueva línea editorial y que debéis aprovechar los lectores inquietos de cualquier parte del país.
La historia se repetirá, estoy seguro de ello. El tren de la novela negra española tiene un moderno y atractivo vagón al que podéis subir para mayor disfrute del viaje.