El Presidente Sánchez volvió de Davos donde se reunió con los grandes de este mundo y con los que en España -según él- fuman en puro. Se le ve feliz allende los Pirineos. A decir verdad, a casi todos nuestros Presidentes les gustaba viajar porque durante sus periplos, olvidan las críticas que suelen recibir en casa.
El caso de Sánchez es más llamativo no solo porque por esos mundos, es de los más altos, se le recibe con abrazos y se maneja bien en inglés, sino porque en España ya no puede andar por las calles a menos que le arreglen una petanca con jubilados de su partido. Cuando está fuera puede pasear tranquilamente sin que nadie le reconozca, excepto algún turista español.
Desde Davos saltó a Barcelona donde celebró una mini cumbre con el Sr Macron, quien también lo tiene mejor fuera de Francia que dentro. Mientras se intercambiaban piropos catalanes, las calles de Barcelona se llenaban de independentistas que cerca estuvieron de apalearse entre si. Junqueras tuvo que salir por piernas al grito de "butifler" al mismo tiempo que Sánchez quería convencer a Macron que la normalidad reinaba en Cataluña.
Casi a la vez, Paris ardía con decenas de miles de manifestantes expresando su malestar por el propósito gubernamental de elevar la edad de jubilación de los 62 a los 64, una medida, hay que reconocer, más que razonable si nuestro vecino quiere mantener equilibrada la caja de pensiones durante algunos años más.
El domingo 22 numerosas asociaciones civiles, al margen de los partidos políticos -aunque VOX, C,s y PP se sumaran a la llamada, movilizaron a cientos de miles de ciudadanos descontentos con el gobierno de la nación.
Siendo muchos los españoles que inundaron Cibeles, Alcalá, Recoletos y Colón no sumaron ni una minúscula porción de los millones que a través de los medios informativos y desde los cuatro extremos del país, aplaudieron la iniciativa y se solidarizaron con las banderas, el himno, los discursos y las pancartas desplegados en Madrid.
Una vez más Sánchez erró el tiro al comparar las manifestaciones de Barcelona y de Madrid. Tildó ambas de anticonstitucionales y apuntó que entre medio de ambas se encontraba la España real y unitaria del PSOE. Se le olvidó que los de Barcelona eran sus propios aliados, los de ERC, JXCAT, que junto con Bildu y UP le permiten seguir en Moncloa. Aunque probablemente, no durante mucho más tiempo ya que los españoles de Cibeles se van a encargar de efectuar la mudanza.
Y por cuyo que insista Feijóo, no es probable que se haga ni con un adelanto de elecciones ni con la victoria del que más votos obtenga, a menos que se produzcan mayorías absolutas, poco probables pero no imposibles; ahi tenemos los ejemplos de Galicia, Andalucía y Madrid.
En todo caso, se hará contando con las alianzas necesarias. Ninguna será peor que la que actualmente nos gobierna. Es probable que la izquierda ande buscando ya algún epíteto descalificado para la alianza que sustituya a los Frankenstein que, no olvidemos, fue un hallazgo del líder socialista Rubalcaba, qepd.
Como quiera que le llamen, la derecha no lo va a tener nada fácil. Habrá que corregir decenas de decretos, cambiar el signo del Parlamento y vigilar que tanto el Tribunal Constitucional -hoy en manos "progresistas"- como el CGPJ se mantienen suficientemente independientes de los restantes poderes.
Y por supuesto habrá que enderezar una vez más, el gran pufo económico que se está formando y que deberíamos de ser capaces de evitar endosar a las nuevas generaciones.