De las distintas teorías que se han manejado sobre la matanza en Melilla del día 24 de junio hay uno que parece encajar mejor en la realidad de los hechos. Una masacre que resulta difícil de olvidar cuando instituciones internacionales y diversos partidos de derechas y de izquierdas españoles se preocupan de esclarecerla y, por tanto, reavivarla.
Todo arranca una vez más, del giro radical e inesperado del gobierno de Sánchez, de reconocer el carácter autonómico del Sahara dentro del reino de Marruecos. Un giro que rompió la política tradicional de España en la region favorable hasta entonces de la realización en la ONU de un referendum para que el pueblo saharaui decidiera su futuro.
El viraje español obtuvo sin duda el beneplácito del monarca alauita pero rompió el frágil equilibrio existente en el Magreb que afectaba fundamentalmente a Argelia, España y Marruecos.
España tenía una sólida relación con Argelia que, entre otras cosas, facilitaba el indispensable suministro de gas a través de dos gasoductos. El viraje producido en el Sahara molestó profundamente al gobierno argelino que modificó el suministro reduciéndolo y encareciéndole lo que forzó a España a recurrir a la importación más costosa desde los Estados Unidos y también desde Rusia que pasaron a ser los principales abastecedores de la valiosa materia prima.
No acabó ahí el problema ya que si bien es cierto que el cambio de posición en el Sahara convirtió a Marruecos en deudor respecto a las desestabilizadoras migraciones hacia España ya fuera a través de Ceuta y Melilla o por vía marítima hacia las playas del sureste español o de las islas, pronto notaremos que no era solo a través del país alauita que podía agravarse el problema migratorio.
En junio pasado, España estaba en vísperas de la celebración de la cumbre de la OTAN, que tendría lugar el 29 y 30 de dicho mes. Entra dentro de toda lógica que el gobierno español esmerara la seguridad del país y de sus fronteras para garantizar que la reunión discurríese con absoluta normalidad. Y es más que probable que nuestras autoridades pidieran a las marroquíes esmeraran la protección de las vallas en nuestras ciudades africanas.
En esos mismos momentos, Argelia quiso hacer notar la importancia de su territorio como via de acceso de los emigrantes hacia España y concentró en los alrededores de Melilla una bolsa de varios millares de emigrantes dispuestos a saltar la valla. El resultado es bien conocido. Las fuerzas del orden marroquíes se emplearon a fondo y sin miramientos, causaron un numero de víctimas que oscilan entre 20 y 70 muertos.
Las dudas flotan en el ambiente ¿quién fue responsable de tal matanza?, ¿dónde se produjo ésta, en suelo marroquí o en suelo español? Aunque la trágica montaña de cadáveres se apiñaran del otro lado de la valla, no cabe ignorar que ésta se levanta sobre territorio español y que con toda probabilidad, la policía alauita actuó bajo las ordenes de sus superiores quienes a su vez actuaban pajo el acuerdo con España de evitar a toda costa la entrada de ese tsunami humano en nuestro territorio, en tan delicado momento.
Querer cargar las tintas sobre el ministro Marlaska es equivocar una vez más el tiro y querer desacreditar al mismo tiempo a nuestras fuerzas del orden. Si hay una responsabilidad en el flanco español es evidente que arranca de más arriba del nivel ministerial.
Sánchez ha tenido muchas ocasiones y razones para cesar a Marlaska de igual modo que ha cesado a ministros más importantes y próximos a él. Si no lo ha defenestrado aun debe ser por razones de peso, de oportunidad y de conveniencia, pero no dudemos que si el clamor sobre Melilla no amaina y el Presidente nota que el cese de su ministro le causa menos problemas que su continuidad en el Gabinete, los días del titular de interior estarían contados.