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miércoles, 16 de octubre de 2024 | Última actualización: 20:17

'Moncloagate'

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Es bien sabido que los Estados Unidos parea bien o para mal,  marcan la moda del mundo. En música, en pintura, en cine, en literatura, en diseño, desde hace un siglo las tendencias americanas más bien pronto que tarde cruzarán el charco y también el Pacífico.

Ello es igualmente válido en terreno político. Tocqueville nos mostró que la democracia empezó en los EEUU. El bipartidismo también y muchos escándalos políticos igualmente.

A comienzo de los años setenta del siglo pasado estalló un escándalo memorable que costaría la dimisión, por primera vez en la historia americana, de un presidente, Richard Nixon. Aquel bombazo no pasó a la Historia con el nombre de su protagonista sino el de las oficinas demócratas emplazadas al borde del rio Potomac a su paso por Washington DC, en la lujosa urbanización de Watergate.

¿Qué más quieren? Desde aquel momento cualquier gresca política que surja en nuestro entorno llevará el apellido de "gate", el más reciente entre nosotros ha sido el Koldogate, que desde su principio, en febrero pasado, preferí titular 'Abalosgate' dada la escasa envergadura política de Koldo -una especie de mayordomo de Abalos- y la tremebunda importancia de quien por entonces era Ministro de Fomento, luego de Transportes y Secretario de Organización del PSOE.

En realidad era bastante más que eso. Fue el hombre que resucitó políticamente a Sánchez cuando éste fue cesado como Secretario General del PSOE el 1 de octubre de 2016, quien le pilotó en su gira de recuperación por toda España y quien lo reincorporó al partido orquestando la moción de censura que llevó a Sánchez a la Moncloa.

Abalos fue para Sánchez  mucho más de lo que Guerra había sido para González y por supuesto no hay nadie en España que sepa tanto de los chanchullos de Sánchez como quien fue durante años su mano derecha y su mentor. Hasta el momento Abalos no ha considerado oportuno tirar de la manta porque mal que bien se sentía protegido desde su rincón en el Congreso y cualquier indiscreción podría resultarle cara.

En estos últimos días el escándalo ha cobrado tales dimensiones que a Sánchez no le queda más via de solución que trazar el circulo rojo alrededor de Abalos y quizá a éste no le quepa más salida que convertir el escándalo en algo global, un Moncloagate en el que saltaría el gobierno por los aires, con su presidente, el partido sanchista y la banda Frankenstein.

Y es que en este momento, en España, se han juntado demasiadas infamias, todas a la vez. La Amnistía, la liberación de etarras, el intento de confederar nuestro país con tratos desiguales a las distintas autonomías, la corrupción de la casi totalidad de la familia Sánchez y de los conocidos de Begoña Gómez -Víctor Aldana y sus 182 millones de euros de deuda al fisco, Carlos Barrabés director de la cátedra en que colocó a la esposa del presidente y muchos más- que suman unas cifras de robo que empequeñecen los EREs de Andalucía.

Todo este escándalo  funcionaba a la manera de una banda de gánsteres en que el jefe era Ábalos y el número  1 -a fin de cuentas responsable último de todas las actividades de su gobierno- es Pedro Sánchez. Hasta media docena de Ministerios se vieron envueltos en estos feos asuntos nacidos durante el tiempo de la pandemia: Interior, Sanidad, Fomento, Transportes y los presidentes de Baleares y Canarias hoy premiados con dos 'puestazos' en la presidencia del Congreso y en el ministerio de Política Territorial.

El asunto es tan complejo y tiene tantas ramificaciones que si llega hasta sus útimas consecuencias no puede tener más salida que una dimisión, un cambio de gobierno o unas elecciones.

Por el momento el PSOE debe estar tan apurado que está sacando a relucir fotos de hace tres décadas de Feijóo y sentencias contra Zaplana. Solo falta que saquen a pasear de nuevo a Franco o a la Segunda República.