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viernes, 21 de febrero de 2025 | Última actualización: 08:44

Múnich, París, Nueva York, Riad

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La invasión de Ucrania (les recuerdo que se trata del país más grande de Europa, el doble que Alemania), por Rusia (el país mayor del mundo, 35 veces superior territorialmente a España) fue el acto más ignominioso del siglo y el más grave desde el final de la Segunda Guerra Mundial, con unas cifras de víctimas que superan el millón y medio de personas y con una destrucción inmobiliaria que nos retrotrae a las peores guerras del siglo pasado. Un conflicto que ha violado los principios de la ONU, del Acta Final de Helsinki y todos los planes de paz post bélicos. No es de sorprender, por tanto, que algunos de los centros neurálgicos del mundo se hayan movilizado para intentar reconstruir el maltrecho orden internacional.

El primero de ellos fue la 61º reunión de la Conferencia de Seguridad de Munich que reúne a más de sesenta líderes del mundo en esta ocasión para tratar la cuestión de la paz en Ucrania, que avanzó sin gran éxito ya que no se trataba probablemente ni del foro ni del contexto adecuado.

Tampoco logró gran avance la reunión de París que solo satisfizo a los ocho países participantes -los seis grandes, más Países Bajos, Dinamarca y los mandos de la Unión y la OTAN- y disgustó a la veintena de países excluidos del encuentro. La única función fue reiterar la idea de que la paz no llegará si no se cuenta con Ucrania y con Europa.

Mucho más difusa fue la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, foro en que si bien es cierto que figuran sus miembros permanentes entre los que se cuentan los Estados Unidos, Rusia y China, también figuran como no permanentes países como Guyana, Panamá, Sierra Leona, Somalia y Pakistán, muy alejados física y moralmente del escenario bélico.

Si en Munich y Nueva York se pecó por exceso de aforo, en Riad se ha pecado por defecto ya que solo había dos participantes -los ministros de Asuntos Exteriores de los EEUU y de Rusia, bajo la moderación del Ministro Saudí. Es obvio que la paz duradera no se alcanzará sin la cooperación de esos dos países, pero también lo es que no la alcanzarán solos esos dos países.

Es evidente que cada país es libre de reunirse con los países -o con el país- que estime conveniente en el momento que considere oportuno, para tratar sobre los temas que crea necesarios.

Se nos dijo que la reunión de Riad tenía como objetivo resolver problemas bilaterales entre Washington y Moscú, como lo sería la reanudación de relaciones diplomáticas entre las dos capitales, lo que sería absolutamente normal.

Pero sin duda, el trasfondo de Riad fue Ucrania, montando una serie de encuentros bilaterales que culminarían con una cumbre entre Trump y Putin que tendría lugar posiblemente -se dijo- en abril. Si el ministro Rubio tuvo a bien decir que en algún momento del proceso Europa estaría en la mesa -y ya saben ustedes que quien no está en la mesa, se encontrará irremisiblemente en el menú- mientras que Lavrov afirmó que si fuera necesario Putin se encontraría con Zelenski, trazando una línea roja sobre la posibilidad de que Ucrania entre en la OTAN.

Es decir, puede disfrazarse de lo que se quiera, pero lo cierto es que Riad tenía por objeto hablar de Ucrania y de la paz. Y Ucrania no estaba en la mesa. De seguir las cosas así, estará en el menú.

De igual modo que Trump enfocó La Paz en Gaza como un gran negocio inmobiliario en aquella posible Riviera, respecto a Ucrania ya está pensando en cómo recuperar los cientos de miles de millones de dólares gastados por los Estados Unidos en la guerra. A lo primero que Trump ha echado el ojo parecen ser las valiosas y raras tierras existentes en el país. Luego, ya lo verán, llegarán los negocios inmobiliarios para la reconstrucción de Ucrania.

Sería insultante que después de ser agredida, desmantelada y derrotada en la guerra, lo fuera también en la paz. Como se dice muy gráficamente en español, cornudo y apaleado.