Javier Garriga. Abogado laboralista e integrante de la Junta Provincial del PSPV-PSOE
En noviembre de 2013 participe como ponente en unas jornadas organizadas por la Asociación por la Igualdad de Género de Castellón (AIGCS) en el Espaitec 2 de la Universitat Jaume I de Castellón. La actual Jefe de la Inspección de Trabajo, los dos Secretarios Generales de CC.OO. y U.G.T., Mª. Dolores Guillamón, José Luis Breva Ferrer y otras personas actuamos igualmente como ponentes. Han transcurrido cerca de cinco años y no necesitaría cambiar ni un ápice mi exposición sobre el tema de la desigualdad salarial entre mujeres y hombres, todo sigue igual. Es como un discurso que, a pesar de las jornadas, manifestaciones, coloquios, artículos de prensa, etc., queda ahí como un hecho inamovible.
No es un problema de Convenios colectivos, ya que estos no discriminan el salario por sexos, pero es una realidad que a la hora de la contratación la mujer siempre queda en un segundo peldaño, cuando no en un tercero o cuarto. Frente a un Jefe de Administración u Oficial Administrativo hombre, le sigue una corte de Auxiliares Administrativos mujeres. Frente a un Encargado o Jefe de Turno hombre, le siguen una corte de oficiales de segunda, tercera o peones mujeres, y eso si pueden acceder a puestos de trabajo de este tipo. Incluso frente a la misma categoría profesional, se incentiva al hombre con pluses voluntarios, frente a las mujeres que carecen de ellos.
La incapacidad con la que una buena parte del empresariado ve a la mujer para el desempeño de determinadas funciones es la clave, a lo que se añade la siempre temida maternidad, por más que se oculte la realidad de este último hecho. La mujer como responsable de un grupo humano donde puedan predominar hombres, nunca es querida e incluso temida por una falsa creencia de incompetencia o falta de carácter para el mando, lo cual está muy lejos de la realidad, habida cuenta que en puestos de responsabilidad la mujer tiene que luchar doblemente: demostrar sus propias capacidades y demostrar su valor para organizar a esos equipos humanos.
La maternidad con sus dieciséis semanas de baja, a lo que se suma la lactancia y la posibilidad y el derecho a que pueda hacer uso de la reducción de jornada por cuidado de hijos y hasta que el menor cumpla doce años, hace que no se cuente muchas veces con la mujer para determinados puestos de trabajo, sobre todo si estos acarrean una responsabilidad equiparable a la del hombre. La conciliación de la vida familiar y laboral es una realidad a la que no hay que temer, pero sí que debe haber una corresponsabilidad entre las partes implicadas para llegar a un acuerdo que satisfaga a todos.
Es posible la equiparación si hay voluntad y firmeza en llevar a término lo que ahora tan sólo queda en manifestaciones, escritos, ponencias, etc., y espero que dentro de cinco años no tenga que repetir estas mismas líneas.