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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

Normativa laboral. Cambiar con visión de futuro

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Enrique Domínguez. Economista

Es importante tener en cuenta los hechos de los que partimos, es decir, el estado actual del mercado de trabajo en España y, a partir de ahí, el plantear si se debe mantener, cambiar o derogar la reforma laboral de manera que ayude a su modernización y no suponga una debacle para empresas y trabajadores y, por tanto, para la economía.

 Según la EPA del primer trimestre de 2021, la tasa de paro se situaba en torno al 16% mientras la del conjunto de la UE era la mitad; y lo que es más preocupante, hace treinta años era muy similar según el INE. Es una cuestión importante que refleja que el problema del paro en España es estructural; y ello se constata en la reciente propuesta del “Plan 2050” en la que se espera que en ese año la tasa llegue al 7%.

Los salarios reflejan una dispersión importante entre lo que cobran los principales directivos y los trabajadores menos cualificados y entre hombres y mujeres; y todo ello afecta a la productividad del trabajo. Hace unos años se hablaba con cierta sorna de los mileuristas y hoy en día, cobrar mil euros ya es un éxito; hay más trabajadores pobres que necesitan más de un trabajo, si lo encuentran, para sobrevivir.

La precariedad en el empleo es una característica que se ha acentuado desde la última reforma laboral; aparte del efecto que la crisis económica pueda tener en este asunto, la facilidad y flexibilidad en la contratación ha dado pie a desprenderse de las personas, generalmente más cualificadas en mor de las que ofrecen un trabajo similar por menor sueldo. Esta situación ha permitido contratar por horas o días, según la actividad, generalmente en lo relativo al turismo, y ello, unido a la falta de formación en el puesto de trabajo y al conocimiento de las normas laborales de seguridad e higiene.

La contratación temporal en España se sitúa en torno al 35% y apenas ha variado en los últimos años; sin embargo, mes a mes, los contratos indefinidos que se formalizan en el Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE) apenas suponen la décima parte del total.

El paro juvenil es muy elevado; según el último Eurostat, en España ese porcentaje es del 39,9% mientras en la UE es del 16,9% y en la zona euro del 17%.

Con la reforma laboral el convenio de empresa se ha situado por encima del sectorial y ello ha reducido en gran medida el poder negociador de los trabajadores, ya que si se mueven mucho pueden ser despedidos rápidamente. La profesionalidad de las organizaciones de ambas partes es mejorable.

Existe una amplia panoplia de formas de contratación, lo que facilita esa temporalidad y precariedad y hace muy difícil que el trabajador se pueda formar adecuadamente. Es uno de los puntos en el que Bruselas recomienda su cambio para poder acceder a los fondos de recuperación.

También existe en el mercado laboral un excesivo número de subvenciones que desorienta el mercado y hace que un técnico recién incorporado o un investigador cobre una miseria en su primer contrato.

Todos estos temas y algunos más están siendo negociados por quienes deben dar su opinión de manera consensuada: representantes de los empresarios y de los trabajadores. Seguramente nadie saldrá contento, pero ese es el fruto de cualquier negociación; y, por supuesto, no debe ser impuesto por el gobierno de turno.

El Gobierno en su Plan de recuperación, transformación y resiliencia ha propuesto once reformas relativas al mercado de trabajo que van desde la regulación del trabajo a distancia o de los repartidores a domicilio (ya en marcha) a la simplificación de los contratos, la eliminación de la brecha de género, la modernización de las políticas activas de empleo, la revisión de las subvenciones y la modernización de la negociación colectiva y de la contratación y subcontratación de actividades empresariales, pasando por la digitalización del SEPE y de la simplificación de la asistencia al desempleo, entre otras.

Me dirán que el papel es muy sufrido y que habrá que ver qué se lleva a cabo de todo ello (algunas de ellas ya se han aprobado) y cómo participan empresarios y trabajadores en su plasmación. Pero, lo cierto es que entre las recomendaciones de Bruselas para conceder el dinero acordado (con la estrecha vigilancia de los países más reacios a dar subvenciones) está la reforma del mercado de trabajo y, por tanto, estarán fiscalizando las propuestas y su puesta en práctica.

Por eso es importante mantener una mentalidad crítica y no dejarse influenciar por los grandes titulares de tal o cual medio o de los argumentarios de los partidos. Nos jugamos bastante. ¿Y usted qué opina?

Enrique Domínguez

Economista