Casimiro López Llorente. Obispo de Segorbe-Castellón
Nuestra Iglesia diocesana se dispone a iniciar un proceso ‘sinodal’ de oración y reflexión para preparar el Año Jubilar diocesano y discernir juntos los caminos para la misión hoy. Como a los Apóstoles, Jesús nos convoca a estar con Él y escucharle para enviarnos a evangelizar. El encuentro con Cristo será fuente de alegría y avivará nuestra condición de bautizados, de discípulos misioneros del Señor, y generará una Iglesia “en estado permanente de misión”.
Son muchos los lugares y ámbitos donde el Señor sale a nuestro encuentro: en su Palabra, en los sacramentos, en la oración, en la escucha de los hombres y mujeres de hoy, en los hambrientos y sedientos, en los enfermos y necesitados. También en las distintas expresiones de la piedad popular, como es el rezo del santo rosario.
El rosario, rezado con devoción y atención, en compañía y a ejemplo de María, nos conduce al encuentro con Cristo, a contemplar su rostro, a conocerle, amarle, seguirle y anunciarle. En palabras del papa Francisco, “el Rosario es una síntesis de los misterios de Cristo: los contemplamos junto a María, que nos dona su mirada de fe y de amor”. Los misterios del rosario -de gozo y de luz, de dolor y de gloria- son una síntesis del Evangelio. Su contemplación nos lleva a la Persona misma de Jesucristo. Su rezo, lejos de alejarnos de Cristo, nos lleva a Él. De manos de la Madre vamos a su Hijo. Así, centrados en Cristo, en el rezo del rosario podemos aprender de María a contemplar la belleza del rostro de su Hijo y a experimentar la hondura de su amor desde la profundidad del mensaje evangélico. Porque el rosario se nutre directamente de las fuentes del Evangelio. No sólo los misterios de gozo y de luz, de dolor o de gloria, sino también sus oraciones principales -el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria- están tomadas directamente del Evangelio.
El rosario es además fuente de gracias abundantes. Su rezo sosegado y devoto nos abre y dispone a la gracia de Dios. Es fuente de comunión con Dios mediante la comunión vital con Cristo en la contemplación de los misterios. Y es fuente de comunión con los hermanos en Cristo, al ofrecer su rezo por alguna necesidad propia o ajena, de las familias, de la sociedad, de la humanidad o de la Iglesia. Peticiones todas ellas que, si son sinceras, llevarán al compromiso efectivo con lo que pedimos.
Recemos el santo Rosario en privado o en grupo y pidamos de modo especial a Dios de manos de la Virgen María por la renovación espiritual y misionera de nuestra Iglesia diocesana en sus miembros y comunidades.