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martes, 11 de marzo de 2025 | Última actualización: 20:43

Cuando el barco pierde el rumbo: la historia de una empresa al borde del naufragio

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Había una vez una empresa que, en otro tiempo, fue un referente en su sector. No era la más grande ni la más innovadora, pero tenía algo que la hacía especial: un equipo humano que trabajaba con ganas, que confiaba en su dirección y que creía en un propósito común.
Pero con los años, algo cambió.

Las decisiones estratégicas se volvieron erráticas, los incentivos dejaron de llegar, y los directivos parecían cada vez más distantes de su gente. La motivación se fue diluyendo poco a poco, como la marea que se retira dejando una playa vacía. Los conflictos comenzaron a aflorar, primero en voz baja, luego en forma de discusiones abiertas y, finalmente, en protestas, denuncias a la inspección laboral y en paros y huelgas.
Los dos últimos gerentes intentaron poner orden, pero sin éxito. Ambos salieron por la puerta de detrás, antes de poder hacer algo significativo. Nadie confiaba en nadie, y el ambiente era tan denso que se podía cortar con un cuchillo.

Fue en ese momento cuando me llamaron.

—Necesitamos que le des la vuelta a esto.

Lo que encontré al llegar no era una empresa, era un barco a la deriva. Un equipo desmotivado, personas que no se hablaban, líderes que solo lo eran por el título, y una sensación de derrota en el aire.

No iba a ser fácil. Pero, como cualquier capitán sabe, cuando el barco pierde el rumbo, lo primero no es cambiar el viento, sino enderezar la brújula.

El primer paso: convertir a la tripulación en un equipo

No llegué con un plan de 100 páginas ni con grandes discursos sobre eficiencia y productividad. Llegué con una sola misión: escuchar.

No puedes liderar si no conoces a tu gente.

Así que, en lugar de encerrarme en una oficina, pasé un mes reuniéndome con cada persona de la empresa, uno a uno, durante 15 minutos. Escuché sus quejas, sus miedos, sus frustraciones. Algunos me recibieron con indiferencia, otros con desconfianza, pero poco a poco algo empezó a cambiar: vieron que realmente quería entender qué estaba pasando.

Cuando terminé, convoqué a todos en una gran reunión. Más de 150 personas en los pasillos de aquella empresa. Miré sus caras y supe que ese era el momento clave. Hay momentos donde te la juegas, donde no hay segundas oportunidades y por eso es tan importante saber comunicar cuando se dirigen equipos.

¿Pero sabes una cosa?

No les vendí humo, ni promesas vacías. Les hablé con la verdad. Les conté por qué estaba allí y cuál era mi propósito: no venía a arreglar la empresa por ellos, sino con ellos.

Y lo más importante: les hice partícipes. Porque un barco no navega solo con un capitán, sino con toda su tripulación.

La tormenta antes de la calma

El camino no fue fácil. Hubo enfrentamientos, discusiones, resistencias al cambio. Pero en cada obstáculo, fui transparente. No escondí decisiones, no jugué al misterio. Y, poco a poco, la confianza comenzó a surgir.

Cada tres meses organizamos actividades de team building, no porque estuviera de moda, sino porque necesitábamos fortalecer los lazos entre nosotros. Los números no mejoran si las personas no mejoran primero.

Implementamos nuevos procesos, establecimos objetivos claros y, sobre todo, creamos una cultura de responsabilidad compartida. Porque cuando la gente entiende que su trabajo importa, todo cambia.

La transformación no se vio de un día para otro, pero llegó. El ambiente laboral mejoró, la motivación volvió, y los resultados, esos que al principio parecían imposibles, empezaron a hablar por sí solos.

¿Y en tu empresa, quién sostiene el timón?

Muchas pymes y microempresas pasan por momentos difíciles y no saben qué hacer. Lo intentan todo: más reuniones, más presión, más controles. Pero lo que realmente necesitan no es más carga, sino más dirección.

Un Interim Manager no es un directivo que viene a imponer su visión. Es alguien que se sumerge en la empresa, que entiende sus problemas desde dentro y que toma decisiones con un único objetivo: que el barco vuelva a navegar solo.

Si en tu empresa la confianza se ha perdido, si el equipo está desmotivado, si los números no salen y nadie parece saber qué hacer… quizás ha llegado el momento de buscar un nuevo rumbo.

Escríbeme y veamos cómo podemos viajar juntos al éxito.

www.javiergimenezdivieso.com