Javier Valls. Director de Formación y Empleo de la Cámara de Comercio de Castellón.
Seguramente existirán estadísticas sobre los gastos en que incurrimos los españoles para aprender un idioma extranjero, y más en concreto, el inglés. A las inversiones que acometen las distintas Administraciones, se suma el dinero que asignan las empresas para sus trabajadores y el que cada ciudadano desde muy corta edad dedica al aprendizaje de esta lengua.
Como Ernesto Trigueros, que ahora tiene 23 años, estudió inglés desde su más tierna infancia en el colegio y conforme iba camino de la adolescencia, no pudo faltar una academia y algún profesor particular. Por supuesto, un par de veranos visito las islas, una vez en Bournemouth y otra en Galway, residiendo en casas particulares con simpáticas familias que le hicieron descubrir su gastronomía típica y asistiendo a clases en reconocidas escuelas rodeado de compatriotas. Sin duda, aprendió inglés, pero lo que más recuerda es su especial relación con Ula, aquella joven y rubia alemana de ojos verdes. Ahora está en su etapa final universitaria, y ha decidido solicitar una beca Erasmus. Por supuesto, el Reino Unido sigue siendo su primera opción, quizá todavía embriagado por los efluvios de los recuerdos bávaros…
De momento, su ambiguo nivel medio, que no tiene muy claro cómo acreditar, es insuficiente, puesto que ahora ya están pidiendo conocimientos avanzados, un C1. Como le quedan pocas asignaturas en la carrera va a dedicar todo el tiempo del que disponga entre la academia y el profesor particular, así se presentará al examen del Advance de Cambridge y, con un poco de suerte, lo superará y no tendrá problema para volar hacia Londres.
La realidad será muy distinta, Ernesto suspenderá, porque no es cuestión de suerte, un idioma no se mejora sustancialmente en un par de meses, necesita constancia y persistencia. Quizá al final consiga acreditar el nivel B2 de inglés, una meta más razonable para él, y esto le permita cambiar el destino y elegir Austria u Holanda para pasar su Erasmus, donde hasta ahora, parece que es suficiente.
A pesar de los esfuerzos y de las importantes mejoras, la realidad nos dice que todavía tenemos un cierto déficit en el conocimiento de idiomas extranjeros. Diversas razones nos impulsan a marchas forzadas a revertir esta situación, al menos para el inglés, que no deja de ser el idioma de los negocios:
Somos un territorio con una economía eminentemente exportadora y que pretende tener en el turismo internacional uno de sus pilares de sustento esenciales.
Asimismo, el mercado laboral se ha vuelto tan competitivo que el conocimiento de un idioma puede marcar la diferencia entre optar o no a un puesto de trabajo.
Y, además, si queremos mejorar nuestra formación en escuelas de negocio o universidades, tanto dentro del territorio nacional como en el extranjero, una exigencia habitual es el de poseer determinado nivel de inglés.
Y, por añadidura, ya no es suficiente con dominar un idioma, debemos acreditarlo documentalmente. Nos hemos familiarizado con esas siglas del B1, B2, C1, … que establece el Marco común europeo de referencia para las lenguas y que cuanto mejor y más reconocida se la entidad acreditadora mayor valor se le atribuye.
La inversión económica y en tiempo que supone el aprendizaje de un idioma es importante. Por eso, primero es necesario estar convencido de la exigencia que requiere, analicemos si la metodología que nos proponen se ajusta a nuestras disponibilidades y si garantiza realmente el avance y mejora en el conocimiento de la lengua. Y, a ser posible, que vaya preparando para la obtención de un certificado reconocido. Son muchas las entidades dedicadas a este menester con incuestionable solvencia: academias, escuelas oficiales de idiomas, universidades o la Cámara de Comercio, que ya hace unos años que ha implantado una metodología testada y reconocida que permite con extraordinario éxito superar las pruebas de Cambridge ESOL y que puede complementarse con estancias en el extranjero.
Por cierto, Ernesto, finalmente ha obtenido plaza en una Universidad holandesa. Todavía no sabe que allí conocerá a Helga, una joven austriaca que se convertirá en el amor de su vida, al menos durante seis meses.