Jorge Fuentes. Embajador de España.
El pasado domingo 12 tuvo lugar la segunda vuelta de las elecciones a la Jefatura del Estado en Polonia. Buena ocasión para recordar -sin juicios de valor- que del casi medio centenar de países existentes en Europa, todos ellos menos nueve, son Repúblicas, que renuevan a sus titulares cada cinco años. Quede constancia que aquellas nueve Monarquías -Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, España, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Noruega y Monaco- se encuentran entre los países mas prósperos del mundo y que todos ellos menos los tres citados en último lugar, son miembros de la Unión Europea.
Salvo en los contados casos en que existen presidencias ejecutivas -como ocurre en Francia, en EEUU, Brasil o Turquía-, las Jefaturas del Estado y su renovación pasan casi desapercibidas ante la opinión pública, como consecuencia del papel frecuentemente simbólico y protocolario que desempeñan los Presidentes frente al protagonismo de los Primeros Ministros, Jefes de Gobierno que conducen el día a día de la nación. El hecho de que en España al Primer Ministro se le titule Presidente del Gobierno, confunde algo mas las cosas, en especial en estas últimas fechas en que algunos miembros del gobierno andan cuestionando nuestra primera Institución.
En el caso de Polonia, en que el Jefe del Estado, Andrzej Duda, acaba de revalidar su mandato de cinco años frente a una coalición de numerosos partidos de amplio espectro, cuanto he dicho es aun mas valido cuenta habida que el liderazgo fuerte del país, no radica ni en el Presidente Duda ni en el Primer Ministro Mateusz Morawiecki, sino en la figura del Presidente del partido gobernante Ley y Orden (PiS), Jaroslav Kaczynski a quien quizá ustedes recuerden por ser el hermano mellizo superviviente de quien fue presidente del país, fallecido en 2010, en el terrible accidente aéreo, junto con la mayor parte del 'stablishment' del país, en ruta hacia Katyn (Rusia) para honrar la memoria de los 22.000 oficiales del ejército polaco asesinados por el comunismo ruso durante la segunda guerra mundial.
Andrzej Duda es calificado por la prensa europea como un líder conservador -en el mejor de los casos- o ultraderechista -en el peor-. Su hipotética derrota y la victoria de su rival, el actual alcalde de Varsovia Rafal Trzaskowski, hubiera facilitado la relación con Bruselas al haberse situado mas próximo a los requerimientos de la UE: mayor alineamiento en terreno judicial, también en el movimiento LGTBI, en cuestiones migratorias entre otras.
Pero la victoria de Duda, da continuidad a una realidad política y económica que está consiguiendo que Polonia sea el segundo país que más crece de la UE (el 5'4%. El primero es Malta, con un crecimiento del 8%). Está consiguiendo también que Polonia tenga una política migratoria cuidadosa respecto a los inmigrantes que están probando adaptarse mal en los países, pero sumamente generosa hacia los cerca de tres millones de ucranianos que se han integrado perfectamente en Polonia huyendo de la guerra mantenida con Rusia.
Esa Polonia de Duda, Morawiecki y Kaczynski está logrando mantener en unos niveles envidiables, las cifras de víctimas del Covid, 1605 fallecidos frente a cifras entre cinco y veinte veces superiores en países del entorno europeo.
En Polonia el recuerdo del comunismo no se ha borrado. Fueron tiempos dificilísimos que quienes los vivieron o los estudiaron procurarán mantener a raya por tantos años como les sea posible. Las recientes elecciones confirman aun esta prevención y aunque la contienda era entre un partido de derechas y otro de centro, éste se había nutrido de algunas facciones liberales e incluso izquierdistas que el votante polaco interpretó como un primer paso hacia el retorno de una izquierda en que se han refugiado los supervivientes del antiguo régimen.