Jorge Fuentes. Embajador de España.
Estar en prisión es algo que no deseo a nadie. Tener que sufrir la falta de libertad y cuánto de ello se deriva es inhumano porque nos priva de lo que precisamente hace de nosotros seres humanos: poder actuar bajo el libre albedrío, poder dar paseos de madrugada por la playa o la montaña, poder visitar las últimas exposiciones, los estrenos de teatro o de cine, poder estar en cualquier momento con tu familia o con tus amigos, ir a tu restaurante favorito. Todo ello se vuelve imposible cuando se está en la cárcel.
Pero la sociedad moderna, excluida la pena de muerte no ha encontrado más forma para intentar evitar o limitar las actividades delictivas que privando de la libertad a quien las comete. Y tal pérdida de libertad debe ser proporcional a la gravedad del delito cometido.
No siempre ocurre así y hemos visto algunas incongruencias en este sentido ya que en ocasiones el robo, la malversación o los delitos de género reciben penas superiores al homicidio, cuando quitar la vida al prójimo debería situarse en la cúspide de la sanción penal.
En la sociedad ha empezado a imponerse la convicción de que sustraer fondos públicos, sobre todo si van destinados al enriquecimiento personal del sustractor es algo más punible que, por ejemplo, la sedición.
Y sin embargo la sedición, versión reducida de la rebelión, es el delito más grave que puede darse en una sociedad democrática, porque busca romper la existencia de un Estado, entidad sobre la que reposan todos los valores de la sociedad.
Esa tergiversación de valores se acrecienta por el hecho de que el sedicioso, el rebelde, puede ser una persona de apariencia civilizada y bondadosa. Nada que ver con los malcarados ladrones, asesinos o violadores.
Los sediciosos son delincuentes políticos y pueden ser buenos padres o madres de familia, pueden ser bien hablados, ir bien trajeados. Carecen del sentido de culpa pues afirman que repetirían sus actos tan pronto se les presentara la oportunidad de hacerlo.
En Noviembre de 2017, cuando a Oriol Junqueras y a otros siete inculpados se les recluyó en prisión preventiva, que dos años más tarde se convirtió en firme por un periodo entre los 11 y los 13 años, las manifestaciones en Cataluña endurecieron el tono. A las demandas separatistas, los miembros de ERC, JxCat y la CUP, se unieron ahora los lazos amarillos y las peticiones de libertad para los políticos presos.
Desde su acceso a la Presidencia, Pedro Sánchez se negó a pronunciarse sobre la posibilidad o imposibilidad de un indulto. Pero en cuanto necesitó el apoyo o la abstención de ERC para alcanzar la Moncloa, Sánchez tuvo que aceptar la formación de una Mesa negociadora entre los gobiernos de España y de Cataluña, estaba claro que habría que hacer algún tipo de concesiones en las dos reclamaciones clave de los separatistas: la autodeterminación y el indulto.
En este último capítulo, la actitud del Gobierno español debe estar satisfaciendo a los separatistas ya que en primer lugar, Els Lledoners se convirtió en una prisión muy particular en que los encarcelados han recibido más de 2.000 visitas, disponen de teléfonos, televisores y diversas facilidades que otros encarcelados como Mario Conde, Granados, Rato o Ignacio González, como se consideró natural, nunca tuvieron. Ahora los sediciosos empiezan a salir en libertad con destinos a veces insultantes. El resultado es que el Congreso ha votado el techo de gasto, paso previo a la aceptación de los presupuestos.
Junqueras acaba de ser recibido en olor de multitud en una Universidad patrocinada por el Ayuntamiento de Vich a cuyo frente se encuentra la señora Erra que ya recordamos insistía en hablar en catalán a aquellos residentes en Cataluña que no parecieran catalanes. Habrá que ver qué clase de Historia imparte Junqueras a sus alumnos.
Una de las primeras aspiraciones de los separatistas catalanes, el indulto de los presos, está satisfecha por la vía fáctica. Ya solo falta que se encuentre algún eufemismo para satisfacer la autodeterminación para que se aprueben los presupuestos y Sánchez pueda seguir en la Moncloa durante muchos años más.