El presente curso pastoral, nuestra Iglesia diocesana está centrada en el Primer
Anuncio. La Iglesia está convocada por Jesús para ser enviada a anunciar el Evangelio a
todas las gentes de todo tiempo y lugar. El centro del Evangelio no es una teoría o una
fórmula, sino una Persona: Jesucristo, que ha muerto y ha resucitado, para que todo el
que crea en Él tenga vida en plenitud, la vida eterna.
Jesucristo no es alguien del pasado. Cristo vive, porque ha resucitado y sale al
encuentro de todos. El mensaje principal del Evangelio es: “Jesucristo te ama, dio su
vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para
fortalecerte, para liberarte” (EG 164). Este anuncio responde al anhelo de infinito que
hay en todo corazón humano. Este es el contenido de lo que llamamos primer anuncio.
Su objetivo es propiciar el encuentro de cada persona con el amor de Dios en Cristo,
que sana, libera y salva; un encuentro que mueva a cada persona a creer de corazón en
Cristo vivo, a entrar en una relación personal con Él y a orientar toda su vida según el
Evangelio en el seno de la comunidad de los creyentes.
Hablamos de primer anuncio no porque sea la primera de muchas tareas que,
una vez hecha, se olvida. Es el primero porque es el principal y el fundamento de todo:
es el anuncio que siempre hay que volver a hacer, escuchar y renovar de una forma o de
otra a lo largo de toda la vida de un cristiano. El primer anuncio es la puerta de entrada
normal en la experiencia cristiana; es el fundamento permanente de toda la vida
cristiana, y ha de estar presente en la catequesis, la teología, la moral, en toda formación
cristiana y es la base de toda renovación de la actividad evangelizadora de la Iglesia.
Los destinatarios del Primer Anuncio somos todos. Todos necesitamos hacer la
experiencia fundante de encuentro personal con Cristo vivo y renovarlo cada día. En
primer lugar estamos quienes participamos habitualmente de la vida y la misión de la
comunidad cristiana; necesitamos mantener viva la experiencia del encuentro con el
Señor; sólo así surgirán testigos capaces de comunicar su propia experiencia de fe y
animar a otros a dar el paso. El Primer Anuncio se dirige también a los bautizados que
no tienen una relación personal con el Señor, aunque participen de la vida de la Iglesia,
o que no viven las exigencias de su bautismo, ya que se alejaron de Él por las causas
que sean, y los fieles que, conservando una fe sincera, no participan de la liturgia y la
vida de la Iglesia. Y finalmente están quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han
rechazado: muchos de ellos buscan a Dios secretamente, también en países de antigua
tradición cristiana.