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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

En el día del Domund

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El próximo domingo, 22 de octubre, celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, bajo el lema Corazones fervientes, pies en camino. Cada año, este día constituye una ocasión privilegiada para recordar, orar y ayudar con nuestra generosa aportación económica a los misioneros en los ‘países de misión’.

Esta Jornada quiere también ayudar a todos los cristianos a tomar conciencia de que el Señor nos llama a ser sus discípulos misioneros, allá donde nos encontremos, también entre nosotros. Como miembros de la Iglesia hemos sido convocados por Jesús para ser enviados a la misión. Al despedirse de sus Apóstoles, Jesús les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15). Estas palabras de Jesús atañen a todos los bautizados de todos los tiempos (San Juan Pablo II).

En su Mensaje para la Jornada de este año, el papa Francisco nos exhorta de nuevo a la necesaria y urgente conversión misionera de toda la Iglesia, sirviéndose del pasaje de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35). Aquellos dos discípulos se alejaban de Jerusalén y caminaban tristes a causa de la muerte de Jesús. Ante el aparente fracaso del Maestro crucificado, su esperanza de que Él fuese el Mesías se había derrumbado. Tampoco daban crédito a las mujeres de su grupo que decían que el sepulcro estaba vacío y que Jesús estaba vivo. De repente, Jesús en persona se pone a caminar con ellos, les pregunta sobre su conversación y comienza a explicarles lo que se refería a él en todas las Escrituras.

Llegados a la aldea, los dos discípulos invitan a Jesús a entrar en la posada. Ya a la mesa, Jesús tomó el pan, lo bendijo y lo partió. Sus ojos se abrieron entonces y lo reconocieron en la fracción del pan. Jesús renueva ante los dos comensales el signo de la Eucaristía.

Pero precisamente en el momento en el que reconocen a Jesús “Él había desaparecido de su vista”. Y, aunque ya era de noche, volvieron a prisa a Jerusalén para contar a los Apóstoles lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

“Aquellos dos discípulos –escribe el Papa- estaban confundidos y desilusionados, pero el encuentro con Cristo en la Palabra y en el Pan partido encendió su entusiasmo para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén y anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente”. Este pasaje traza el itinerario de todo discípulo misionero para renovar su ardor para anunciar hoy a Jesucristo, muerto y resucitado para que todo el que crea en él tenga vida eterna. Este itinerario es el encuentro personal con Cristo Vivo en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Este encuentro es la base y la fuente para la conversión misionera de nuestra Iglesia.