Jorge Fuentes. Embajador de España
A reserva de las interposiciones judiciales que posiblemente Trump movilizará en los próximos días, todo parece indicar que Joe Biden va a ser el 46 Presidente de los Estados Unidos y que, por consiguiente, Donald Trump pasará a ser un Presidente de un solo mandato, lo que la opinión pública considera es algo excepcional e incluso vergonzante. Ni una cosa ni otra.
Estuve destinado en los EEUU en dos períodos de mi carrera, en 1978-82 bajo el mandato de Carter y en 1989-93 durante el de Bush padre, en que ambos Presidentes fueron "one timer" habiendo sido batidos por sus rivales respectivos, Reagan y Clinton.
Por añadidura, en los años sesenta y setenta, los mandatos presidenciales fueron breves y azarosos. Kennedy fue asesinado tras dos años de mandato, Johnson no se presentó a reelección, Nixon tuvo que renunciar a causa del Watergate, Ford no fue reelegido como tampoco lo fue Carter. Algunos de ellos pasaron a la Historia con gran prestigio y en ocasiones lograron incrementarlo en su vida como ex-Presidentes ¿Será éste el caso de Trump?
Me atrevo a decir que de los 14 Presidentes norteamericano que han ocupado el cargo durante mis años de vida, ninguno ha sido tan singular y atípico como Donald Trump. Y no solo porque fuera un multimillonario metido a político -algunos otros lo han sido- ni por el aislacionismo que impuso al país una actitud frecuente desde el mandato de James Monroe a principios del siglo XIX. Tampoco por su vida privada.
Probablemente el rasgo que volvió singular a Trump fue su carácter políticamente incorrecto lo que le ha valido no pocos tropiezos pero también le permitió acceder a la Casa Blanca y también luchar por su reelección con muchas posibilidades de éxito habiendo obtenido 60 millones de votos dándole la vuelta a unas encuestas siempre desfavorables y luchando contra unos medios informativos casi siempre desfavorables.
En su haber, Trump tendrá el no haber envuelto a su país en ninguna guerra, haber devuelto a casa a muchos miles de soldados destacados en costosas operaciones, haber logrado acuerdos de paz en Oriente Medio e intentado neutralizar a Corea del Norte. También logró hacer frente sin complejos a la potencia china exigiéndole explicaciones en el nacimiento del Coronavirus. Particularmente logró recuperar la economía norteamericana en un momento en que el mundo entero estaba -y está- sumido en una profunda crisis.
Algunos de los factores incluidos en su deber, son discutibles y se encuentran en la razón final del apoyo de sus seguidores: el freno a la inmigración ilegal en el país, la construcción de un nuevo tramo en el muro en la frontera mejicana -iniciado por Clinton-, la actitud en el cambio climático y en el Tratado de París, las exigencias impuestas a sus aliados europeos y asiáticos, tanto en la OTAN como en la Unión Europea y en sus pactos con Japón y Corea del Sur.
Una mayor acusación al Presidente saliente, es que deja el país dividido aunque lo cierto es que en EEUU como en todas las democracias del mundo, el votante queda satisfecho cuando vence su candidato y apenado cuando se ve derrotado. Que nos lo pregunten en España.
Biden no era un candidato arrollador. Ni por su trayectoria ni por su edad era un candidato indiscutible. Y probablemente no hubiera vencido a no ser por las terribles consecuencias de la pandemia en el gran país norteamericano. La formación de un equipo con Kamala Harris, de origen indio-jamaicano, la primera mujer Vice Presidente del país, fue una apuesta atrevida pero que sin duda le aportó puntos.
Veremos qué dicen los tribunales en las próximas semanas. Algo resulta evidente y es que el sistema electoral estadounidense podría ser perfeccionado. Cien millones de votos anticipados o por correo, no facilitan precisamente las cosas en un proceso electoral que es seguido como propio en el mundo entero.