Lidia Márquez. Directora de Créixer Gabinete Psicopedagógico.
En este artículo nos vamos a ocupar de un tema recurrente en nuestro centro. Se trata del temido fracaso escolar. ¿A quién no le preocupa que sus hijos no consigan superar la educación obligatoria y obtener el título de graduado en ESO? Para evitar esta situación, los padres suelen insistir a los hijos para que hagan sus tareas escolares y que estudien más, y si ven que en casa no se obtiene resultados, el siguiente paso es apuntarles a clases particulares. No obstante, en ocasiones, ni con esta ayuda consiguen aprobar los exámenes.
Según los últimos datos de la oficina estadística de la UE, Eurostat, España es líder de la Unión Europea en fracaso escolar, con una tasa del 20% de jóvenes entre 18 y 24 años que han abandonado prematuramente el sistema educativo habiendo completado como mucho el primer ciclo de Educación Secundaria.
Para poner remedio a este problema, deberíamos partir del diseño de un sistema educativo más actualizado y que atendiera a las necesidades reales, así como menos variable e ideologizado. Además, sería necesario reducir la ratio de alumnos por aula, mejorar la formación de los docentes, flexibilizar el currículo académico, utilizar metodologías pedagógicas menos obsoletas, reforzar a los docentes, atender a las necesidades individuales de los alumnos,… Y esto sólo son algunos aspectos de un largo etcétera difícil de conseguir.
Pero ¿qué podemos hacer como padres para evitar que nuestros hijos pasen a formar parte de ese porcentaje de jóvenes con fracaso escolar?
En primer lugar, es importantísimo que durante toda la escolarización de nuestros hijos estemos en continuado contacto con el tutor escolar. Es él quien nos puede alertar sobre la aparición de dificultades, quien puede adoptar medidas ordinarias para tratar de ayudarle, quien nos puede aconsejar sobre cómo actuar desde casa, etc. Por lo tanto, la colaboración entre familia y escuela es fundamental.
Por otra parte, desde casa hemos de fomentar el interés por la escuela y por el aprendizaje, además de crear un clima propicio para el estudio y unos hábitos adecuados.
¿Y si aun así aparecen las dificultades? En este caso, es preciso que actuemos con rapidez. No hemos de esperar a que sean tan grandes que nuestro hijo ya no pueda llevar el ritmo de su grupo y le cueste muchísimo superarlas. Si esperamos demasiado el niño pasará por varias situaciones de frustración que le llevarán a sentirse desmotivado y a tener una baja autoestima sobre él mismo y sus capacidades. Esto lo único que hace es complicar el problema.
El fracaso escolar no siempre se debe a una falta de esfuerzo por parte del niño. Son múltiples los factores que pueden estar influyendo para dar lugar a esa situación. La depresión, la ansiedad, la falta de sueño, los trastornos del aprendizaje (dislexia, TDAH,…) son algunos de estos factores. Por eso es fundamental, una vez llegados a este punto, contactar con un profesional especializado que, en colaboración con la familia y el docente del centro educativo, nos ayude a valorarlo y a identificar cuál o cuáles son las causas y, de este modo, poder afrontar el problema correctamente.