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viernes, 22 de noviembre de 2024 | Última actualización: 22:28

“El escudo protector o la fuerza interior”

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María B. Alonso Tárrega. Psicóloga Clínica y Forense 

El premio nobel de economía James Hackman refirió que más allá de los conocimientos,  de las habilidades académicas y de las técnicas, el mejor predictor de los logros y éxitos laborales, eran factores como la motivación, la autorregulación, la gestión del tiempo… Otros autores hablan de autodisciplina, fuerza de voluntad, autocontrol individual y otras variables psicosociales. Ahora bien, habría que hacer una salvedad,  no se puede separar la acción de la emoción y otros aspectos volitivos como la motivación y lo cognitivo, sería tanto como desmontar al ser humano como si de un “lego” se tratase, pero tras el desmonte las fichas perdieran color, solo adquiriendo un tono brillante y cromático adecuado, cuando se muestran en su conjunto. La esencia de lo humano no se puede separar por partes.

Los investigadores de las emociones y de la conducta humana, vienen haciéndose cuestionamientos insistentemente, desde los albores mismos del surgimiento de las investigaciones desde la psicología y otras ciencias,  sobre “los componentes internos de los individuos”, que les protegen ante la enfermedad y ante cualquier adversidad. Como si de una materia física se tratará, ¿qué aspectos de la materia hace que ésta sea menos corrompible, con menos tendencia a la oxidación, al desgaste o a la rotura?

Tendremos que referirnos a que aspectos internos de los individuos, que les hacen más resistentes a cualquier circunstancia adversa, bien sea una gran catástrofe, un accidente de gravedad, un trauma u otra situación vital extrema. Cabría preguntarse, ¿qué diferencia hay entre la quiebra mental de unos u otros en situaciones extremas?

Hoy, los expertos en trauma, se sabe, desde la investigación se sabe que ante una situación de trauma, bien por miedo a la muerte, catástrofe, trauma sexual y otros tipos de situaciones de alto nivel traumática, hay múltiples variables que nos determinarán un buen o mal pronóstico de los individuos que sufren dichos traumas.  La edad es una variable muy relevante, se recupera mucho peor un menor que un adulto en situaciones del mismo daño. También está recogido ampliamente el impacto que tiene sobre la salud mental,  si el daño ha sido por causa fortuita como es el caso de un agente natural o catástrofe natural,  o  si es por agente humano. Es sabido que en el caso que daño sea realizado por otro ser humano, tiene peor pronóstico. Otra variable muy relevante a la hora de determinar el impacto traumático en la mente de los individuos, parece jugar un papel relevante el factor tiempo de exposición al trauma, bien sea por frecuencia o por continuidad.

También hay investigaciones que hablan de los factores “no cognitivos” (softs skills) como actitudes, creencias, valores, estrategias de afrontamiento,… que favorecen una mayor resistencia y que proporcionan aspectos relevantes en lo que se ha denominado siguiendo a las ciencias físicas, pero desde el ámbito de la psicología con el término 'resiliencia'. Michael Rutter, la reduce a "cierta flexibilidad social para la adaptación".

La resiliencia a modo metafórico sería como un escudo protector que protegería nuestra salud del bombardeo en la vida diaria y, evidentemente, los daños tras impactos graves serían de menor cuantía en los individuos que poseen estas características o escudo o 'dotes resilientes'. Qué duda cabe que el conocimiento de estas características, que están tras esa fortaleza interior tiene una gran relevancia en ámbitos como la economía, la política o la educación. ¿Podríamos educar y mejorar la resiliencia o 'escudo protector interno'? Por otra parte, ¿podríamos también educar y formar a personas invencibles e inmutables?

La resiliencia podría ser por tanto definida, como un grupo de procesos que facilitan la adaptación de los individuos con éxito, ante situaciones de alto nivel estresante y adverso, que aparecen en la vida y que tras los cuales los individuos con estas fortalezas aprenden sobre ellos y fortalecen más su “escudo”.

Hay investigadores que refieren que los factores o variables que están detrás del término “resiliencia”, los poseen todos los menores en potencia. Qué duda cabe, que esto tiene fuertes implicaciones pedagógicas y esperemos que en las próximas generaciones existan suficientes evidencias y prácticas que favorezcan esas potencialidades desde el propio ámbito de la educación y la formación. Ese dicho tan popular que dice: “hace más el que quiere, que el que puede”,  tendrá entonces un sentido lógico y ya validado.

Las personas con escasa resiliencia parece ser que activan frecuentemente e intensamente,  memorias de alta carga estresante, con pensamientos intrusivos y compulsivos de sufrimientos pasados. Por el contrario, los sujetos altamente resilientes, se sobreponen más rápidamente al dolor y sufrimiento por eventos altamente estresantes, e incluso salen fortalecidos tras dichos eventos. Como coloquialmente se diría unos quedan pillados o atrapados, y los otros reescriben, restauran, re-procesan. Este aspecto también tiene una fuerte connotación terapéutica para aquellos que ayudamos a la superación del trauma.

Asimismo la resiliencia podría favorecer una recuperación, pero también podría favorecer previamente y evitar que no se precise una recuperación, ya que no habría nada de lo que recuperarse o reponerse. Adquiriendo necesariamente un valor en positivo del concepto y no solo de abordaje paliativo o a posteriori.

Como escribió Robin Sharma en su libro: "El monje que vendió su Ferrari".

“Fuérzate a hacer más y a experimentar más -prosiguió Julián-. Utiliza tu energía para ensanchar tus sueños. Sí, ensancha tus sueños, John. No aceptes una idea mediocre cuando tienes un potencial infinito dentro de la fortaleza de tu mente. Atrévete a apelar a tu grandeza”.