He tenido ocasión de presenciar sesiones parlamentarias en una docena de países y no se si es que estaban especialmente preparadas para asistentes diplomáticos, pero lo cierto es que nunca he visto, ni de lejos, unas sesiones parlamentarias con el nivel de desorden y agresividad como el que estamos presenciando estos días en España
Las reuniones de control parlamentario hacen de todo menos controlar. Como su propio nombre indica, las sesiones de control están diseñadas para que los partidos de la oposición, en especial el principal partido, puedan revisar la marcha de la gobernación y ello por la vía de formular preguntas concretas tanto al presidente del gobierno como a los miembros de su Gabinete. Todo ello debe estar bastante ordenando y no poco falseado ya que las preguntas deben entregarse con anterioridad para que el preguntado pueda preparar la respuesta, encubriendo así su ignorancia. Es decir, todo esta preparado para que el Gobierno pueda eludir una respuesta por el consabido procedimiento del "Y tu más".
En la sesión de control del pasado miércoles solo faltó a sus señorías llegar a las manos como lo hemos visto en algunos parlamentos tercermundistas. Todo se andará.
Presenciamos el día 20, insultos, ataques de histeria (¡Vergüenza, vergüenza!), descalificaciones, peticiones consabidas de dimisión por supuesto ignoradas.
Pero por primera vez escuchamos ataques cruzados dirigidos no tanto a los políticos como a sus parejas. Por un momento, teníamos la impresión de encontrarnos ante un programa del canal 5 o ante las páginas de las numerosas revistas del corazón.
El PP denunció los chanchullos de doña Begoña (señora de Sánchez), apoyando en la intimidad de la alcoba, a la quebrada compañía aérea Plus Ultra, que a su vez habría ayudado a la presidenta en su carrera universitaria permitiéndole que llegara a ser catedrática sin ser ni siquiera licenciada.
Como era de esperar, el Presidente respondió a las preguntas sobre su cónyuge, con dos preguntas dirigidas a la derecha: una contra su principal rival, la presidenta de Madrid con quien la tiene tomada pues intuye su peligrosidad. Tras haber intentado derribarla atacando en vano a sus padres y a su hermano, ahora lo hace arremetiendo contra su pareja, enriquecido con el maná de las mascarillas antes de ser novio de nadie.
Entre paréntesis: creo que Ayuso se equivocó al salir en defensa de su enamorado. En un tic machista, abrazó el argumento de su galán diciendo que era acreedor y no deudor del fisco cuando poco después el propio encausado parece haber abandonado su argumento.
Pero es que Sánchez atacó también a la pareja de Feijóo, la exitosa empresaria gallega Eva Cárdenas, ex alto cargo de Inditex, a la que acusó, también en vano, de haber recibido apoyos múltiples de la Junta Gallega de los tiempos de Feijóo con los que había adquirido pisos millonarios.
Surgen escándalos que pronto caen en el olvido tapados por otros de mayor actualidad y gravedad ¿Quién se acuerda de Tito Berni? Y también pronto ¿Quién se acordara del Koldogate? Quien no lo olvidará será Ábalos puesto de cara a la pared desde el gallinero del hemiciclo en el que ha perdido casi veinte filas.
¿Alguien espera que dimita Sánchez, su Vice Montero, Marlaska o Puente? ¿Alguien espera la dimisión de Feijóo o de Ayuso? Todas esa pretensiones forman parte del nerviosismo de un Parlamento que no se ocupa de lo que realmente importa a España como es el empobrecimiento de un tercio de la población del país que ha entrado de nuevo en el grupo de los que podrían ser beneficiarios de los fondos estructurales y de cohesión de la Unión Europea por encontrarse por debajo del 75% y del 90% respectivamente de la media del PIB de la Unión.