Antes de volver al Padre, Jesús Resucitado pone en manos de sus apóstoles y discípulos la tarea de ser sus testigos y de anunciar el Evangelio por todo el mundo, pues la buena Noticia de la salvación en Cristo está destinada a todas las gentes. La eficacia de la misión descansa en la fuerza del Espíritu Santo, pero han de llevarla a cabo los Apóstoles, que representan a toda la Iglesia del futuro, es decir a todos los bautizados.
Todos los diocesanos estamos llamados por Jesús a la comunión y a la misión de anunciar el Evangelio con una implicación activa en la misión. Esta se basa en una vida de fe personal en Cristo, coherente en palabras y obras; sigue por una participación activa en la vida y misión de nuestra Iglesia diocesana hacia adentro y hacia afuera, en la sociedad; y pide también nuestra colaboración económica. Los primeros cristianos, dice el libro de los Hechos “perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones,… vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno” (cf. Hech 2, 42-47).
Nuestra Iglesia, que no es de este mundo pero está en el mundo, necesita de personas y de medios materiales para su misión. Es decir, para llevar a cabo las actividades pastorales con adultos, jóvenes y niños, la atención espiritual y humana a quien lo necesita, la conservación de templos, casas abadías y centros parroquiales, las obras de caridad, la remuneración de los sacerdotes, la atención de ancianos o personas vulnerables, la acogida de inmigrantes y refugiados. Todo esto es posible gracias a personas entregadas y a la generosidad de quienes aman a su Iglesia. Gracias al apoyo económico de miles de personas, la Iglesia sigue haciendo mucho por tantos que todavía necesitan tanto. La financiación de la Iglesia depende exclusivamente de los católicos y de todas aquellas personas que reconocen la labor de la Iglesia y la apoyan. Estamos en el periodo de la Declaración de la Renta. Una forma sencilla, pero necesaria, de colaborar con la Iglesia es poner la X en la Declaración de la Renta, impresa o digital, en la casilla correspondiente a la Iglesia católica. Un 0,7 por ciento de los impuestos se dedicará así a la ingente labor que la Iglesia desarrolla. Este gesto no supone tener que pagar más.
También hay que poner la X si sale a devolver, porque nos van a devolver menos.
Marcar la opción ‘Iglesia católica’ es además compatible con la de ‘otros fines de interés social’; la Iglesia no recibirá menos por ello.