Cuando todos pensábamos que esta iba a ser una semana tranquila y gozosa, dominada por el puente más largo del año y por la esperada victoria futbolística contra Marruecos con el consiguiente pase a cuartos de final que nos estaba vetado desde Sudáfrica, nos encontramos con que se ha convertido en la semana más turbulenta de los últimos años.
En Alemania, el país más sólido y fiable de Europa, a la que ha venido impulsando durante décadas como una locomotora, acaba de producirse un intento de golpe de Estado. Los 25 líderes del grupo denominado "Ciudadanos del Reich" han sido encarcelados abortando lo que se proponían convertir en un nuevo régimen siguiendo el modelo del canciller Bismarck y denunciando el actual por considerarlo ilegítimo. Sus 20.000 miembros poseían sus propios pasaportes, su moneda y contaban con el apoyo financiero de Putin gracias al parentesco de algunos de sus miembros con la rama rusa de los Romanov.
Será interesante ver cómo actúa ahora la justicia alemana y también la comunitaria, que tan mal comprendieron el proceso y la sentencia del tribunal supremo español tras el intento secesionista catalán de 2017.
Quizá alguno de los golpistas germanos emulen a Puigdemont y sus compinches y se refugien en Bruselas. Habrá que estar atentos a la reacción de las instituciones europeas si ello lega a ocurrir y si hay condena y devolución de los golpistas. O no.
En Perú, por enésima vez, el presidente de la República, en esta ocasión Don Pedro Castillo, ha querido dar un golpe de Estado disolviendo el Parlamento para esquivar la anunciada moción de censura, pero la maniobra acabó -como ha venido haciéndolo con sus predecesores- con el señor Castillo y su sombrero, en la misma prisión en que se encuentra Fuji Morí y en la que fueron a parar algunos de sus predecesores, uno de los cuales, Alain Garcia, se quitó la vida en su celda.
En Argentina, los tribunales han condenado a doña Cristina Fernandez a seis años de cárcel por corrupción y aunque goza de inmunidad por ocupar la vicepresidencia del pais hasta el año próximo no sería a excluir que acabara entre rejas purgando la inmensa fortuna que ella y su presidencial marido amasaron durante los años en que ocuparon la Casa Rosada.
Mejor les hubiera ido en España. Ya saben que, aprovechando la alegre distracción que esperábamos nos iba a producir el pasar a ser uno de los ocho mejores equipos de fútbol del mundo, se dieron pasos adelante para despenalizar el delito de malversación de fondos cuando estos se distraen no para engordar el bolsillo del político malversador sino para atender otros fines más nobles, tales como desviar la intención del votante, enriquecer las arcas del partido malversador o facilitar el golpe independentista en una región del país.
Esta última trastada ocurrió en nuestro país y coló de forma casi desapercibida no ya porque estuviéramos aplaudiendo nuestros éxitos en Qatar, sino porque nuestros futbolistas y su engreído seleccionador estaban haciendo el ridículo después de 130 minutos de fútbol tiqui-taca, sin decidirse a disparar a gol y sin ser capaces de conseguir marcar ni un solo penalti.
Está visto que los puentes ya no sirven ni para aportarnos tranquilidad. Claro que en Alemania y en Iberoamérica no había puente. Solo en España lo estamos cruzando.