Dice mi padre que en esta vida hay que saber explicar las cosas pero también callar para escuchar. Quizás sea ese el mensaje que más repetidamente nos han transmitido nuestros vecinos a lo largo de esta campaña ilusionante que me llena cada día la libreta de buenas ideas.
Iniciativas que clubes, asociaciones, organizaciones y entidades de todo tipo me transmiten con el deseo de sentirse escuchados. De saber que sus opiniones cuentan. Quizás es ahí donde todos se encuentran, en ese sentimiento común de que pierden el tiempo explicando a nosotros, los políticos, qué problemas les quitan el sueño.
Vengo con la convicción de no dejar caer en saco roto todas esas ideas y preocupaciones. De contribuir a solucionarlas, a atenderlas, tanto personalmente como con mi equipo, a prestarles la atención que merecen y a trabajar para ponerlas en marcha y para resolver aquello que no funciona.
Escuchar nunca sobra. Más bien hace falta. De haber escuchado, hoy los vecinos de Corell no estarían indignados con las obras, como nos transmitieron con tanta indignación.
ecinos como los de Botànic Calduch podrían dormir tranquilos en lugar de vivir condicionados por unas preocupaciones de las que hoy el PSOE se ha desentendido. O nuestros vecinos de la playa, que en ocho años han visto cómo las playas se erosionaban, cómo la pantalla verde siga siendo solo un compromiso incumplido o cómo la apertura de la Mediterránea una infraestructura por desarrollar. Si a todo ello sumamos un desmantelamiento sanitario que cada uno de nosotros ya hemos vivido en primera persona, poco más se puede añadir.
Quizás sea precisamente eso. No añadir más mensajes maquillados, no vender más humo ni malgastar el tiempo y el dinero de todos en propaganda que hoy la Junta Electoral de Zona apercibe a la alcaldesa de que es ilegal.
Yo me inclino por dejar hablar a mi pueblo. Por escuchar y tomar nota para construir, a partir del 28 de mayo, la Almassora en grande que todos merecemos.