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El pasado domingo el obispo de la diócesis Segorbe-Castellón, Casimiro López Llorente, consagró el nuevo templo de la parroquia castellonense de San Miguel. El día siguiente, fiesta de los Santos Arcángeles, la comunidad parroquial cumplía los 40 años de su creación. La iglesia se concluye después de ocho años de parón, gracias a que en nueve meses se ha dado el impulso definitivo por la colaboración de los fieles y del párroco, Joaquín Tejedo, que han trabajado en la obra.
Tejedo explica que cuando muchas personas que pasaban por el nuevo templo lo veían trabajando en la carpintería, mármol o fontanería, se ofrecían para ayudar dedicando tiempo, cualidades y donativos. Esta colaboración popular ha permitido ahorrar una cantidad muy importante de dinero: “Es difícil de calcular porque son muchas las horas que hemos puesto en el nuevo templo haciéndolo nosotros mismos”, comentaba el párroco al tiempo que agradecía la participación del Obispado con los bancos.
Sin embargo, más allá de ajustar el presupuesto, esta implicación de la gente ha ayudado a crear conciencia de comunidad. Y esta es la tarea que el Obispo encomendaba en la misa de consagración: “Tenéis un templo nuevo para la nueva evangelización, abierto a todas las realidades que pertenecen a la parroquia y la Iglesia”.
Comunidad “en salida”
Tejedo explica que “el nuevo templo intenta expresar que la asamblea es el cuerpo de Cristo, donde todos tenemos la misma importancia, y alrededor de la sede como cabeza, del ambón como la boca donde se proclama la Palabra de Dios, el altar como Corazón de Cristo que bombea la sangre para que llegue a todo el cuerpo, y la fuente bautismal como seno de la Iglesia, que alumbra nuevos hijos”.
En la pastoral concreta de cada día, la realidad viva y evangelizadora de la parroquia se expande a través de las diversas realidades que la componen: grupos de Acción Católica, Renovación Carismática, una comunidad Neocatecumenal, Vida Ascendente, y una comunidad de nigerianos que cada domingo tienen la misa en inglés. También está las visitas a los enfermos, y la acción de Caritas que el año pasado atendió a 3.000 personas con un presupuesto de 23.000 euros destinados a medicinas, alquileres, luz, agua, gas, gafas o ayudas escolares.
En los desafíos inmediatos está “salir a buscar a la gente que necesita ayuda moral y de fe, y no solo económica, para afrontar los problemas de la vida”, declara D. Joaquín Tejedor, que está pensando también en visitas por los institutos para constituir grupos de confirmación que se sumen a los 190 niños que este año se preparan a la primera comunión. El barrio donde se sitúa está compuesto por grupos de diversas procedencia y familias jóvenes que llegaron en los años de expansión de la construcción y el azulejo.
