Jorge Fuentes. Embajador de España
La reciente sesión parlamentaria mostró una vez mas la inconsistencia, las contradicciones y la pobreza de nuestra vida política en general y de nuestra actividad parlamentaria en particular.
En esta ocasión, la Camara Baja debía debatir la implantación en nuestro país de un nuevo estado de alarma, una condición que los españoles ya hemos vivido durante tres meses, marcados por los aplausos desde los balcones, las mascotas de alquiler, los horarios de paseo. Y los decretazos.
La nueva alarma tiene un carácter distinto. De entrada el gobierno proponía que tuviera una duración nada menos que de seis meses. Y luego, el presidente Sánchez, contra lo que han hecho sus colegas Macron, Merkel, Conte entre otros, ha delegado en las autonomías la responsabilidad de conducir la pandemia, descargando en el ministro de Sanidad la conducción del debate en el Congreso. Esa fue la primera sorpresa para la ciudadanía.
La segunda rareza es que aun cuando nuestra Constitución recoge que el estado de alarma deberá convocarse para quince días renovables en sede parlamentaria por otros quince, el presidente decidió saltarse tal norma y con miras a evitar las farragosas sesiones de extensión del plazo, marcó en 180 días la duración de la alarma. He ahí nuestra vida parlamentaria prácticamente dormida durante otro medio año, un tiempo en que España deberá avanzar su vida política a golpe de decreto desde el ejecutivo.
Para facilitar aun mas las cosas al gobierno, la derecha se presentó totalmente dispersa: el PP pronunció un discurso de No, pero se abstuvo. Ciudadanos discurseó como absteniéndose pero voto Si. Y Vox atacó al PP y voto No. 194 diputados de toda clase y condición estuvieron de acuerdo en cerrar el establecimiento de la Carrera de San Jerónimo hasta el 9 de mayo.
Un plazo en que tendrán que discutirse los presupuestos del Estado para salir de una vez de las cuentas de Montoro e implantar otras nuevas en que marque su impronta la ultra-izquierda en plena recesión, por no decir depresión, que implante una sociedad clientelar que sobreviva de la generosidad del gobierno en lugar de hacerlo de su propio trabajo dentro de una economía saneada, en que se mangoneen los precios de las viviendas, en que el gobierno decida lo que la sociedad puede y no puede hacer, como debe vivir su ocio, cursar sus estudios o incluso alimentarse.
Medio año en que estaremos cada vez mas cerca de Venezuela, aunque recibamos hospitalariamente a Leopoldo López, cortésmente atendido por Sánchez, cuando por el contrario se abstuvo de saludar al presidente encargado Juan Guaido en su gira europea.
Seis meses en que seguramente veremos en libertad a los secesionistas catalanes, en que habrá elecciones para cubrir la Generalitat, en que los cuatro ex Presidents seguirán esquilmando las arcas del Estado.
Un tiempo en que veremos pasar sin pena ni gloria festividades tan señaladas como Todos Santos, el día de la Constitución, la Navidad, Año Nuevo, los Reyes, la Semana Santa, las Fallas, la Feria de Sevilla y quien sabe si no también los Sanfermines.