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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 17:23

Spain is different (II). Un país centrífugo

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Jorge Fuentes. Embajador de España.

La semana  pasada les hablaba de los atractivos de nuestro país: clima, monumentos,  playas, fiestas, gastronomía etc. Pero tiemblen después de haber reído porque aquellas virtudes no son incompatibles con ciertas anomalías que desde la distancia de mis puestos diplomáticos veía quizá con más nitidez al comparar España con otros países mucho menos atractivos pero quizá más equilibrados. Desde hoy hasta fines de Enero me propongo contarles los cinco rasgos de España cuya corrección me parece urgente.

Hace algunos meses vi en internet un programa interesante. En tres minutos la pantalla mostraba los cambios sufridos por las fronteras europeas en los últimos 500 años. Los Estados saltaban, se ensanchaban, se encogían, desaparecían, reaparecían. Países tan importantes como Alemania o Italia no nacieron hasta hace apenas cien años.

El país que se mantuvo más firme durante esos cinco siglos, sin apenas variaciones en el continente era España que fué el primero en nacer como un Estado Moderno, con su Corona, su Ejército, su Diplomacia, su Burocracia.

¿Qué está ocurriendo ahora?, ¿Acaso es que los Estados tienen un proceso de envejecimiento y los primeros que nacieron, los más ancianos, son los primeros en morir? No debería ser así ya que los países con los años, trazan raíces más profundas y  refuerzan los vínculos de unidad. En la práctica, los países europeos que se han fragmentado o tienen tendencia a hacerlo – Yugoslavia, Checoslovaquia, La Unión Soviética, incluso Bélgica – son Estados que nacieron en el siglo XX con arreglos post bélicos coyunturales. Los propios belgas suelen decir de su país que solo les mantiene unidos la Corona, Bruselas y una cuantiosa Deuda Externa que no saben cómo repartir.

El caso de España es diferente porque no solo tiene tendencias centrífugas puestas especialmente de manifiesto  en Cataluña y el País Vasco, sino que en toda nuestra geografía falta una clara y decidida manifestación  de algo que es fundamental para un Estado: el orgullo de pertenecer a un país, de lucir con gusto sus símbolos externos más claros: la Corona, la Bandera, el Escudo, el Himno Nacional.

En un país puede explicarse que haya Monárquicos y que no los haya; que haya Juancarlistas y que no. El Rey solía encontrarse entre las Instituciones más valoradas en España y aunque últimamente ha bajado su cotización, es de prever que logrará recuperarse porque su figura es fundamental para el país. Lo que no es normal es que no se sienta cariño y admiración por unos signos – la bandera, el himno – que nos representan a todos y cuyo valor es independiente de la acción humana. El Rey, los políticos, pueden defenderse. La bandera y el himno no pueden hacerlo. Que el himno sea abucheado en muchas partes de España,  que la bandera sea maltratada con frecuencia, es algo inadmisible e intolerable. Que la pasión rupturista haya derivado en acción terrorista es patológico. Que solo se sienta el orgullo por nuestros símbolos en manifestaciones deportivas internacionales, es penoso.

Desde lejos de España veía estas demostraciones de desafección nacional con profunda tristeza y sentía una gran envidia por los países que con orgullo hacen hondear sus banderas en las entradas de las viviendas y se emocionan con el sonido de sus himnos.

¿Quién es culpable de esa esquizofrenia rupturista de nuestro país? ¿Son los políticos que han permitido semejantes desvaríos? O ¿Somos todos y cada uno de nosotros que no somos capaces de mimar y respetar los símbolos de nuestra nación? Respetemos los himnos de Valencia, de Asturias, de Cataluña o de cualquier otra comunidad pero sintamos orgullo por lo que nos une y que ha hecho de España uno de los países más resistentes, más caracterizados y más hermosos del continente. Y no nos engañemos: si no somos buenos españoles nunca podremos ser buenos europeos. Tal como están las cosas, hoy empieza a ser sospechoso incluso el declararse fervientes europeístas; en nuestra tierra, ello ha comenzado a ser sinónimo de anti españolidad.