Las fiestas fundacionales giran en torno al ermitorio de la Magdalena y las rogativas que se rememoran cada tercer domingo de Cuaresma
Esperanza Molina/ Castellón Información
La Romería de les Canyes constituye una de las más preciadas señas de identidad de la ciudad de Castellón, así queda confirmado en el decreto del Consell del 3 de marzo de 1917, que confirmaba la declaración de la Romería de les Canyes como Bien de Interés Cultural Inmaterial.
¿Qué es la Romería de les Canyes?
La Romería de las Canyes reproduce año tras año la protección penitencial que rememora el nacimiento de la ciudad de Castellón en 1252, después de que el rey Jaime I concediera (el 8 de septiembre de 1251) el permiso de traslado para la fundación de Castellón en el llano). La tradición enmarca aquel traslado el tercer sábado de Cuaresma de 1251, y aunque tiempo después se traslado la celebración al domingo, son el eje central de las fiestas de la Magdalena de Castellón, elevadas al rango de fiestas mayores de la ciudad en 1945.
La definición del decreto BIC la define como: “Conmemoración histórica, yendo en romería hasta el lugar donde se ubicaba la población de Castellón antes de su traslado al llano en 1252”, con sus diversas acepciones a lo largo de los años: “Rito de afirmación colectiva de la propia identidad. Es la comunidad la que le confiere el significado: símbolo de hermandad, de identidad y orgullo de pertenencia a la ciudad de Castellón, orgullo de genealogía”. Y “Romería penitencial y de acción de gracias”.
Y lo más importante: “Protagonistas: el pueblo, el ayuntamiento y el clero, además de la representación oficial formada por las reinas, las madrinas y las comisiones de gayatas. La romería está abierta a todo el mundo”.
Relato recogido en la Declaración Bic: Antecedentes históricos
La Romería de les Canyes tiene en sus inicios una vinculación religiosa importante, asociada al traslado de la población de Castellón de la Plana desde la montaña al llano, el tercer sábado (y posteriormente domingo) de Cuaresma desde 1375. La romería se caracteriza por el desplazamiento a un lugar sagrado, tanto a modo individual o colectivo, con la esperanza de conseguir un bien. Adquiere una dimensión ritual, puesto que su carácter es anual y sobretodo implican identidad y pertenencia a un lugar determinado, de tal forma que entre las personas que van a la romería existe un sentimiento de hermandad y de lazo identitario, representando un símbolo inmaterial, que se crea en estos contextos de sociabilidad.
En 1375 se tiene documentada una rogativa: «... fon proposat en consell per lo dit síndich que com ell agués de volentat dels jurats donat I kafiç de forment a la karitat de la professó del Castell Vell...», se trataría de una típica procesión penitencial propia de la religiosidad medieval y directamente vinculada a las pestes que azotaban estas tierras con frecuencia. Diferentes historiadores nos vinculan la romería actual con las que se comenzaron a realizar durante el siglo XVI, pero sin relacionarla con el traslado desde el castillo al llano. Estas romerías eran penitenciales que durante épocas de carestía, enfermedades o sequías se realizaban a las ermitas o diferentes lugares considerados de culto alrededor de la ciudad.
En 1503 el Consell decide siete procesiones por la sequía, en que una de ellas está dirigida al ermitorio de Santa María Magdalena. Se conservan los albaranes de los gastos de las procesiones realizadas a la citada ermita en 1572, puesto que se comienza a crear la costumbre de acudir a ella debido a la sequía que azotaba la zona. Será por tanto alrededor de 1562 y 1570 cuando se produce el llamado voto entre el clero y las autoridades, con el objetivo de una romería anual al ermitorio de la Magdalena.
En estos documentos se observa cierta instauración de una romería penitencial para invocar ayuda tanto material como espiritual, a la ermita de Santa María Magdalena en el Castell Vell, el tercer sábado de Cuaresma: «... e així mateix fonch proposat per dit jurat que lo tercer dissabte de Quaresma acostuma la universitat fer cascun any a la hermita de Santa Magdalena una profesó de pregàries de aygua...».
A lo largo de todo el siglo XVII se continúa realizando la rogativa, y será a mediados de este siglo cuando se bendiga la ermita de Sant Roc de Canet. Durante el siglo XVIII se consolida la romería como una celebración popular, recogida por Diago en 1613 o por Llorenç de Clavell en 1730. En estos documentos aparecen temas importantes como la reconstrucción del ermitorio hasta adquirir la forma actual o la primera vez que surgen las gayatas. Se describe la romería, con la participación del clero, autoridades, gremios y la misa con limosna a los pobres. También resulta curioso que describa el ritual de la Tornada en la basílica del Lledó, la llegada a la ciudad y la procesión nocturna donde penitentes, mujeres y niñas van «... llevando muchas luzes en gayatas de caña».
La romería se ha realizado de forma continuada, aunque con ciertas interrupciones debidas a falta de dinero, problemas con la iglesia, derrumbes o guerras. Desde 1745 a 1749 no hubo romerías a la ermita de la Magdalena, puesto que el ermitorio estaba en ruinas y no había dinero para las celebraciones. En el 1750 se recupera, pero su sentido no es el mismo. Ahora se realiza la romería «con el motivo de ser de grazias y en memoria de la traslación del pueblo del Heremitorio de la santa al presente sitio».
La romería adopta un sentido cívico y conmemorativo secular, convirtiéndose en una de las tradiciones de la ciudad. Para la recuperación de esta ya no se aducen pestes, sequías ni cualquier otra contingencia religiosa como había sido mayoritariamente hasta aquel momento.
A partir de ahora la fiesta se celebrará como acción de gracias en conmemoración del traslado de la antigua ciudad desde la montaña al llano, perdiendo en parte su antiguo carácter penitencial «en atención a que no se pierda dicha memoria y con ello se origine la ruina de su ermitorio».
A pesar de que en el primer tercio del siglo XIX se encuentran referencias municipales considerando a la romería como «procesión de rogativa a santa María Magdalena» y que la autoridad municipal tiene presente el sentido de obligación cívica de la romería, queda manifiesta la ausencia de los ediles castellonenses en esta celebración, y durante muchos años tan solo el clero parroquial y un sector del pueblo mantuvieron el compromiso de retorno al lugar de los antepasados. No será hasta el año 1831 cuando el ayuntamiento acuerda «que para mas autenticar la función de la mañana, recordando la traslación de la población des de la hermita de la Magdalena, vaya todo el Ayuntamiento a dicha hermita».
Desde Tortosa en 1774 se ordena que la Tornada se realice antes del anochecer, pero la cofradía de la Sangre se opone puesto que las gayatas no lucirán de la misma forma. Hubo diferentes prohibiciones durante varios años, hasta que en 1793 la romería se cambia de día, siendo el domingo en lugar del sábado, además la Tornada se realiza hacia las cuatro de la tarde. Estas reformas han perdurado hasta la actualidad, pero el regreso pronto se fue modificando hacia la noche, para que las gayatas pudieran lucir su esplendor.
En 1852 se celebra el VI centenario de la ciudad de Castellón, de tal modo que se introduce por primera vez la caña verde, y también cuatro personas que, vestidas con indumentaria tradicional a modo de heraldos con mazas, además de una modificación en el itinerario de la procesión hasta la salida de la ciudad.
A lo largo del siglo XX la romería se consolida como manifestación de la identidad de todo un pueblo.
Aprobada la Constitución de la Segunda República, el Ayuntamiento acuerda en 1932 celebrar la romería con carácter laico, celebrándose ésta sin invitar al clero, repitiéndose el año siguiente pero trasladada al lunes y, con un paso más en el laicismo, en 1934 el ermitorio estará cerrado el día de la fiesta. Después de la interrupción por la Guerra Civil, el año 1939 se restablece la romería religiosa y comienza a cristalizar el afán por convertir la Magdalena en una fiesta grande «para devolver a la fiesta su brillantez de otros tiempos».
Será a partir de 1952, con el aniversario fundacional de la ciudad, cuando se comience a realizar una verdadera romería multitudinaria, además de instaurar para los romeros la cinta verde. Posteriormente y tras una extraña interpretación del Concilio Vaticano II, el clero deja de participar en la romería a excepción de un sacerdote que lleva la reliquia y que preside la romería. Dejan de participar las órdenes monásticas, niños del Colegio de San Vicente Ferrer y de la antigua Beneficencia, y con estas ausencias se comienzan a perder los cánticos y algunos rituales. En 1982 se crea la Colla de Cantors, con el restablecimiento de ciertos rituales.
En 1989 se restaura la tradición de la famosa Tornada a pie pasando por la basílica del Lledó.
Las indumentarias se renuevan, el ayuntamiento comienza a reaparecer en la Tornada, a la que se suman varias collas de las fiestas.
La Consueta o ritual de la romería, publicada por primera vez en 1991, contempla el protocolo de la Romería de les Canyes, con todos los elementos (religiosos, civiles, gastronómicos, cantos, recorrido, vestimenta, etc.) entre los cuales destacan el volteo de campanas, la despertada, la misa de romers o misa de canyes, y la romería propiamente dicha, con el recorrido hasta la ermita de la Magdalena y la vuelta de los romeros a la concatedral de Santa María.
La representación municipal y civil en la romería ha variado según el momento de la historia o la tendencia política presente en el ayuntamiento, de forma que por muchos años a principios del siglo XX la comitiva estaba abierta por el cronista de la ciudad, el secretario del ayuntamiento, los concejales ordenados según el número de votos obtenidos en su elección, o en su caso, de menor a mayor edad, seguidos del síndico, los tenientes de alcalde, los gobernadores civiles y militares y el alcalde.
Hoy, este protocolo de la posguerra ha quedado sensiblemente alterado al acceder al consistorio distintos grupos políticos y contar con la presencia habitual de destacadas personalidades del mundo político autonómico o incluso, en algunas ocasiones, estatales.
Es necesario dejar constancia que, desde el 1962 también se incorpora de forma habitual, a la presidencia de la romería, el obispo de la diócesis, si es invitado por la corporación municipal.