En las últimas semanas, aparte del calor, los incendios y los millones de veraneantes que circulan enloquecidamente por nuestra geografía, algunos asuntos de orden internacional, materias en que parezco estar encasillado, han ocupado la atención de los medios informativos. Me atrevo a decir, a falta de mejor información que echarse a la boca.
El primer asunto fue el que podría titularse "La espada de Bolívar", la versión sudamericana del brazo incorrupto de Santa Teresa, que nuestro rey Felipe VI, tras haberse tomado la molestia de desplazarse a la entronización del primer líder colombiano de extrema izquierda, Gustavo Petro, habría ofendido al no levantarse a su paso; algo así como cuando Zapatero no honró a la bandera de los Estados Unidos a su paso en el desfile de nuestra Fiesta Nacional.
Ni Felipe VI tiene la frágil catadura política de ZP ni la espada en cuestión es la bandera, el escudo o el himno colombianos, únicos ante los que los asistentes hubieran tenido que incorporarse. No parece que los dignatarios de Colombia se hayan sentido ofendidos, pero el faux pas sirvió a las huestes republicanas españolas, ya saben, los socios Frankenstein del Gobierno, para poner verde a nuestro Monarca.
Pero descuiden que si nuestro Rey había cometido una gaffe, ahí estaba Sánchez para corregirla y plantarse en gira por varios países sudamericanos en los que pretende hacer campaña -las elecciones están cada vez más cerca- y presumir de madre patria, pastorear a nuestros empresarios, promocionar una nueva cumbre hispanoamericana después de casi una década sin celebrarla y alardear de la gran ayuda que nuestro país esta prestando a Ucrania en su conflicto con Rusia.
Este sería el segundo cotilleo internacional ya que Sánchez puede hacernos creer en casa que España es de los países más esforzados en apoyar a Ucrania. Aquí nos lo tragamos casi todo. Pero lo más probable es que en la America hispana estén mejor informados y sepan que de los 27 países de la Unión Europea, España es -después de Luxemburgo- el que menos esfuerzo militar ha hecho en favor de Kiev y que si de nosotros dependiera, Ucrania habría claudicado ya en esta guerra y Zelenski estaría refugiado en Polonia o aun más lejos.
Si con el bajo presupuesto militar que tenemos no nos sobra ni un mal tanque que donar -después de haberlos prometido- lo mínimo que podríamos hacer es no cacarear lo que damos y lo que prometemos. Por ahora, nuestra única ayuda es de carácter humanitario y se cifra en los 130.000 refugiados que hemos acogido temporalmente en nuestro suelo. Tampoco es mucho si lo comparamos con los cinco millones de personas que han abandonado el país.
El tercer y último tema internacional fue el atentado terrorista en Rusia, probablemente orientado a asesinar al ideólogo de Putin, Alexander Duguin, y que por una serie de vodevilescos cambios de vehículo, costó la vida a su hija Daria Dúguina tan hipernacionalista o más que su propio padre y ambos muy críticos contra Putin, por no estar combatiendo con suficiente brio contra el "nazismo ucraniano".
Vistas así las cosas no queda claro si el atentado corrió a cargo de los disidentes rusos o de los ucranianos. Zelenski niega tener nada que ver con el asunto. Y Putin también. No es probable que don Vladimiro lamente mucho la pérdida de esta joven díscola. En el fondo el acto de terror le vendrá bien para justificar un endurecimiento de su "operación" en la vecina Ucrania.
Tres perlas diplomáticas
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