Están ocurriendo tantos acontecimientos en España que apenas queda tiempo para pensar en algo tan importante como son las elecciones de los Estados Unidos que tendrán lugar el próximo martes 5 de noviembre. Se trata sin duda del acontecimiento político más importante del año y cabría decir, del lustro.
Las encuestas dan cifras de empate técnico por lo que cualquier resultado es posible cuenta habida el complejo sistema electoral americano en que es posible perder las elecciones aun obteniendo mayoría de votos si no se obtiene mayoría entre los 538 miembros del Colegio Electoral. Esto le ocurrió a Hillary Clinton que fue derrotada en el Colegio pese a haber obtenido tres millones de votos más que su rival Trump. De ahí que ambos candidatos se esfuercen por vencer en media docena de pequeños estados que les darían la mayoría en dicho Colegio.
Para bien o para mal, ambos candidatos son sobradamente conocidos en su país y en el mundo entero. Trump sería capaz de mejorar la situación económica de las clases más desfavorecidas -que por cierto Biden había conseguido estabilizar durante su mandato- y reforzaría las fronteras con miras a frenar la oleada de inmigrantes conocida en los últimos años y de los que el gobierno demócrata había responsabilizado a la Vicepresidenta Harris.
Trump debilitaría las relaciones con Europa, tanto con la UE -elevando los aranceles como ya lo hizo entre 2016 y 2020- como con la OTAN que no sería capaz de suprimir pero en que exigiría una mayor contribución económica de los aliados europeos dejando prácticamente indefensos a los países que no alcancen el 2% de su PIB.
Ya ha pregonado que será capaz de acabar en cuestión de días la guerra en Ucrania pero teniendo en cuenta su fácil dialogo con Putin, es previsible que lo intentara hacer cediendo el territorio que Rusia ha conquistado ya, lo que lejos de ser una solución supondría la congelación del problema. También ha proclamado que apoyaría a fondo a Israel buscando entre otras cosas acabar con el gobierno de los Ayatollas iraníes. Su ideario
conduciría a favorecer el avance Chino en su competición por la supremacía mundial.
Kamala Harris, a su vez, llegó a la carrera presidencial como único recurso demócrata tras la tardía retirada de Biden. Y venía con un prestigio muy escaso de sus años como vicepresidenta. En sus primeras semanas de campaña, sin embargo, logró grandes contribuciones económicas con lo que pudo situarse a la par con su rival si no por encima de él.
Su imagen política es mucho más tranquilizadora que la de Trump. Desde el punto de vista político, económico y militar las relaciones con Europa se mantendrán estables, continuando el apoyo firme a Ucrania en su defensa contra Rusia. Será mas vigilante con China en la competición por la supremacía mundial y más moderada en su apoyo a Israel en su derecho a defenderse pero no a cualquier precio.
Sin duda el programa internacional de Harris es mucho más tranquilizador que el de Trump, pero es bien sabido que el votante americano se preocupa mucho más por las cuestiones internas que por las que ocurren en el resto del mundo y en este sentido los dos lemas de Trump -America first y Make America Great Again- le son más atractivos que la moderación de Harris en todos los terrenos.
Los dos capítulos que en este momento más preocupan a los americanos son los económicos y los migratorios y en ambas materias Trump se muestra más fuerte que su rival. Harris tiene sin embargo dos rasgos que pueden darle la victoria: su condición de mujer y su etnia. Son muchos quienes desean ver a una dama en La Casa Blanca. Aun no siendo la candidata ideal, Harris podría alcanzar ese honor.
Desde Europa, sin duda, estamos por Kamala Harris. Pero los europeos no votamos el martes.