Cada año, el Día de la Iglesia diocesana nos invita a conocerla, a sentirla como propia y a amarla de corazón. Esta jornada nos recuerda que Iglesia diocesana somos todos los cristianos católicos que vivimos en el territorio diocesano. Entre todos –laicos, religiosos/as, diáconos permanentes, sacerdotes y el obispo, que la preside en la caridad- formamos la gran familia de los creyentes en nuestra tierra.
La Iglesia diocesana no es una realidad abstracta, sino algo muy concreto y muy cercano porque está y vive entre los hombres. No es, de otro lado, algo ajeno a cada uno de nosotros que nos pudiera ser indiferente. Nosotros mismos somos Iglesia y juntos formamos la Iglesia que camina en Segorbe-Castellón unida a la Iglesia universal, que se extiende hasta los confines de la tierra. Es tu Iglesia, es nuestra Iglesia, donde nacemos a la fe, la cultivamos, la celebramos y la vivimos. Juntos formamos la familia de los hijos de Dios, que se reúne para la escucha de la Palabra de Dios y en torno a la mesa de la Eucaristía y que es llamada a vivir la fraternidad. Somos un hogar llamado a vivir la caridad de Cristo con todos, especialmente con los que más lo necesitan. En esta casa todos somos iguales en dignidad y cada uno ha recibido de Dios unos dones para ponerlos al servicio en bien de toda la comunidad.
¿Cómo puedes colaborar? Puedes hacerlo con tu tiempo, tus cualidades, tus dones, recibidos de Dios, tu oración, tu ilusión y tu alegría, tu pasión porque Jesucristo sea más conocido y amado, tu dinero. Todo sirve para edificar la Iglesia. No pienses en la Iglesia de la que a veces puedas oír hablar; conócela tú mismo en la iglesia más cercana, en tu parroquia, en los movimientos y asociaciones, en las obras educativas y asistenciales de la misma Iglesia. Estoy seguro de que, como a mí, te gustaría que nuestra Iglesia fuera mejor: más santa, más evangélica, fraterna y acogedora, más fiel a Jesús, más evangelizadora, más preocupada por los más necesitados. Es lo que queremos todos y es tarea de todos. Si cada uno aporta lo poco que es y tiene, con la ayuda del Señor y el aliento del Espíritu Santo, seguro que lo podemos conseguir.
Nuestra Iglesia necesita de nuestra colaboración económica. El sostenimiento económico de nuestra Iglesia para cumplir su misión depende ya y cada día va a depender más de la generosidad de sus fieles. Colabora con tu Diócesis.