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jueves, 21 de noviembre de 2024 | Última actualización: 19:38

Un mensaje con ideas

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Es preocupante pensar que el mensaje navideño del Rey haya perdido este año cerca de 700.000 espectadores respecto al de 2022. Ello nada tiene que ver con el hecho de que el discurso de este año haya sido particularmente monográfico, poco navideño y quizá poco asequible al gran público.

Como es lógico, los eventuales espectadores no conocían de antemano el contenido del mensaje. Es probable que de haber sabido que este año Felipe VI iba a hablar exclusivamente sobre la Constitución, la audiencia hubiera sido aun menor ya que lo que gran parte de los españoles quería oír eran cuestiones como el paro, la vivienda, la sanidad, la violencia machista, el coste de la vida, la cesta de la compra, es decir asuntos que afectan a la mayoría de la población y en especial a la clase media baja, cuestiones todas ellas que el mensaje real mencionó solo de pasada.

La audiencia acaso esperaba que, si el Rey iba a entrar en terreno político, hablara específicamente sobre los asuntos que hoy preocupan: la amnistía, el referéndum, el separatismo, Navarra, Bildu, los pactos de gobierno, cuestiones todas ellas en las que por definición y por la letra misma de la Constitución, el Rey no puede en modo alguno entrar.

Ese descenso de la audiencia es lamentable porque, aunque los mensajes del Rey tienen que pasar los filtros de la Moncloa, son de los pocos que tienen interés en la turbulenta vida política española actual. Una lectura atenta del discurso de este año nos permite comprender su gran envergadura. No tenía nada que ver con las amables palabras de otras Navidades, de los belenes, el árbol y los adornos.

El Rey se propuso tratar sobre la grave crisis que atraviesa el país, crisis de carácter constitucional, institucional y que puede minar las bases mismas de nuestra democracia.

Lo que Felipe VI reiteró es el grave momento en que se encuentra España, con un duro enfrentamiento entre los partidos, con el muro que se ha levantado entre ellos, con el riesgo de la amalgama de los tres poderes en una sola mano y, por consiguiente, con la ruptura de nuestra democracia lo que derribaría también las Instituciones básicas comenzando por la Corona, única en que pese a su fragilidad, podemos confiar los españoles.

La reacción de los partidos políticos no ha hecho sino confirmar la profundidad de la crisis: todos los que desde la izquierda han hecho posible la alianza de gobierno han rechazado el discurso llegando incluso a decir que no debe preocuparnos demasiado ya que Felipe VI será el último Rey que conocerá España.

Solo la derecha ha aplaudido sin ambages el discurso del Rey. El PSOE, que a fin de cuentas había dado el visto bueno al discurso, se ha mostrado muy cauto a su aceptación, cuenta habida el rechazo unánime de sus socios indispensables de gobierno.

Sería muy didáctico conocer el borrador de las intervenciones reales tal como salen de la Zarzuela y compararlos con los que emite La Moncloa después de usar la tijera.

El discurso de este año se ha parecido más al del 1-O de 2017 que tanto ruido y furia ocasionó que a los restantes mensajes del tipo villancico de los nueve años de reinado. Bienvenidas sean las ideas al mensaje navideño del Rey.