La verdad es que no me he atrevido a colocar como título de este comentario alguno de los que se me han ocurrido a la vista de los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre de este año, de la situación nacional e internacional y del grado de incertidumbre cada vez más elevado.
Como titulares tenía estos tres, a elegir: EPA, ¿punto de inflexión?; ¿Una EPA premonitoria?; y ¿La última mejor EPA? He preferido dejarlo en la incertidumbre, por eso los puntos suspensivos, a tono con esa creciente y peligrosa incertidumbre internacional.
Porque, si nos fijamos en los datos que la EPA señala para la provincia castellonense, hay que decir que son casi inmejorables. La tasa de paro sobre la población activa (es decir, las personas de 16 o más años que durante la semana anterior a la entrevista pueden ser ocupados o parados) se ha situado en este segundo trimestre en el 10,55%; habría que retrotraerse al segundo trimestre de 2008, en el inicio de la crisis, para encontrar una tasa algo inferior, el 9,35%, pues la del tercer trimestre ya se elevó al 11,12%.
El número de parados ha descendido en 2.500 personas (no perdamos de vista que se trata de una encuesta, no de datos registrados) respecto al primer trimestre de 2022 y en trece mil respecto al primero de 2021. Un año antes, en cambio, subió en cien personas respecto al primero de 2021 y en 3.200 respecto al segundo de 2020.
La tasa de la provincia de Castelló en este trimestre es inferior a la española en 1,93 puntos y a la de la Comunitat Valenciana (CV) en 2,26 puntos. Por el contrario, en el segundo trimestre de 2021 fue superior a la media española en 0,06 puntos e inferior a la de la CV en 1,47 puntos. Mientras en la provincia la tasa de paro es del 10,55%, en Alacant es del 14,13% y en València del 12,36%.
Por grandes sectores y respecto al mismo trimestre de 2021, el paro baja entre los parados que buscan el primer empleo o han dejado el último hace más de un año (en 6.900 personas), en servicios (en 5.300 personas), en agricultura (en dos mil) y en construcción (en doscientas personas); por el contrario, sube en industria en 1.300 trabajadores.
Y con todos estos datos positivos y otros que dejo en el tintero (¿aún los hay?), ¿por qué ese temor ante el próximo futuro?
Pues porque es muy importante no perder de vista las características de nuestra economía provincial, la falta de consensos a nivel nacional, la inflación y sus consecuencias, la guerra de Putin; en fin, el creciente grado de incertidumbre y de riesgos difíciles de controlar.
La economía provincial sigue siendo una economía muy estacional en la que las campañas turísticas y citrícolas marcan los descensos en las cifras de paro. Los fondos europeos que van entrando con la finalidad de superar los problemas estructurales de la economía, se ponen en marcha con gran lentitud y sin los consensos mínimos para que sean realmente efectivos; a pesar de ello, permiten esperar crecimientos del PIB este año y en menor porcentaje en 2023.
Pero la inflación, que ha venido para quedarse bastante tiempo, la guerra de Putin y el fuerte problema en el suministro de energía, el gas, sobre todo, y las expectativas del Fondo Monetario Internacional para 2023, que hablan de que puede ser el peor año desde 1970, no nos permiten augurar nuevas tasas tan favorables de la EPA.
A pesar de la subida importante de los precios en restauración y alojamiento, las ganas de salir, con una pandemia que no ha terminado, hacen que la campaña turística esperada sea mejor. Pero la inflación y la subida de los tipos de interés obligarán a ahorrar más y la economía, por todo lo dicho, se ralentizará para unos o entrará en recesión para otros.
Por ello, me inclino a pensar que el título más adecuado era el relativo al punto de inflexión; hacia peor, por desgracia. ¿Y usted qué opina?