En pocos meses, este es mi tercer artículo relacionado con la inflación. Todos sabemos cómo ha venido, pero creo que casi nadie es capaz de intuir cuándo se marchará o, al menos, se moderará hasta niveles soportables y entorno a ese, ahora mítico, dos por ciento del Banco Central Europeo (BCE).
En mi primer artículo, a mitad del pasado enero, concluía diciendo que “la inflación quiero creer que no ha venido para quedarse con tanta intensidad, pero sus efectos me temo que sí”. Dos meses después terminaba el segundo titulado “la inflación ha venido para quedarse” señalando que “me gustaría dentro de pocas semanas poder volver a poner entre interrogantes el título. Pero me temo que esto durará más de lo deseable”.
Y en eso estamos. Los datos de inflación del mes de mayo señalan un repunte de la tasa en España respecto a abril; pero no es solamente un problema de nuestro país, sino que se ha extendido a la Unión Europea (UE) y que casi se ha desbocado en Estados Unidos.
Los motivos que inciden en ese fuerte aumento de la tasa de inflación vienen marcados por la subida del precio dela energía y por la guerra de Putin que cada día que pasa tiene menos claro su final; final que, en todo caso, no convencerá a nadie. Y, por supuesto, las sanciones económicas aplicadas a Rusia por la UE repercuten en las economías europeas y provocan posibles desabastecimientos de alimentos en algunos casos y subidas importantes en otros bienes.
Y lo que es peor, se han trasladado al resto de productos que utilizan esas materias primas o la energía. Ya se está dando lo que se llama inflación de segunda ronda y que viene reflejada en la trayectoria que está siguiendo la inflación subyacente, que no tiene en cuenta los alimentos y la energía. Y estos incrementos sí que es posible que perduren en el tiempo, por lo que, seguramente, habrá que convivir con mayores niveles de inflación.
Lo cierto es que, por una parte, la economía española, a pesar de haberse reducido su previsión decrecimiento en opinión de todos los expertos, mantiene un nivel superior a la media dela UE; los efectos de las sanciones a Rusia relativas a la energía nos afectarán menos y la isla ibérica en cuanto al gas puede reducir su precio. Los fondos Next Generation están ahí y deberían ser un verdadero acicate para reconvertir la economía española y sus problemas estructurales.
Sin embargo, el ambiente político, la falta de consenso, la preocupación de los políticos más por los intereses del partido que por los de los ciudadanos, me llevan a pensar que no vamos a sacar el rédito deseado de esos fondos.
Y ya estamos aprendiendo a convivir con la inflación. Ya habla el BCE de subida de tipos de interés en julio, de eliminación de la compra de deuda, lo que implicará acudir a los mercados para financiarse y pagar más. Las hipotecas serán más caras y seimpondrán las de tipo fijo.
Y lo notamos en la cesta dela compra y en casi cualquier producto que adquirimos y se constata en cualquier actividad económica, con incidencia siempre negativa. Hay que señalar que esa cesta dela compra afecta a cada ciudadano según su nivel de renta y todos sabemos que la desigualdad y el nivel de pobreza va al alza.
Por eso, las medidas adoptadas que no tienen en cuenta el nivel de renta de cada ciudadano, como la subvención del combustible, sirven para muy poco. Son necesarias medidas que ayuden al que menos tiene y no medidas generales que no tienen en cuenta este hecho. No es fácil su aplicación, pero lo es aún menos en este ambiente de crispación y casi nula colaboración entre partidos.
Todos hemos de aportar algo en la imprescindible política de rentas, tanto en salarios, como en beneficios empresariales, en pensiones o en fiscalidad. Si queremos que la inflación no acentúe nuestros problemas estructurales y agrave nuestra situación y la economía, aprendamos a consensuar porque, delo contrario… ¿Y usted qué opina?