El pasado domingo, en medio del temporal Filomena, Vicente Traver, más conocido como ‘Wamba’, decía adiós. Dos años antes su hijo había fallecido repentinamente y la saga padre, abuelo y nieto iniciaba una cuenta atrás sin retorno. ¿Quien inmortalizará ahora la Romería de las Cañas de Castelló?
Esperanza Molina Coronado/ Doctora en comunicación y periodista Castellón Información
El fotógrafo, Vicente Traver, 'Wamba', era un ‘hombre raro’. Raro en el trato, porque no se llevaba bien con todo el mundo; pero tremendamente afectivo cuando se le conocía. Capaz de buscar historias, de crearlas y componer escenarios para que el resultado recogiera mucho más que la mera imagen de una cámara de fotografía.
Y cuando además había tiempo largo para un café, Wamba retrocedía en el tiempo y relataba historias de un Castelló que se perdía tiempos atrás, cuando era poco más que un pueblo grande lleno de tradiciones y de vecinos que se identificaban con nombres y apellidos cuando se cruzaban por aquellas calles antiguas.
Eran una familia ‘afortunada’ porque formaba parte de aquel antiguo Castellón de esquina a esquina, en la que su padre, 'el abuelo Vicente', comenzó a hacer de la fotografía su modo de vida.
Cuando 'el abuelo Vicente' se compró su primera cámara rondaban los años 40 del pasado siglo y aquel Vicente Traver de entonces se convirtió no solo en fotógrafo de retratos, también en el de sucesos, en el de acontecimientos y celebridades, que corría para obtener la foto y llevarla hasta los periódicos… “Mi padre- relataba Wamba a esta periodista- tenía una idea especial de la fotografía, le agradaba coger perspectivas, darle profundidad a las fotografías y contar historias a través de las imágenes”. Su hijo, Vicente Traver, Wamba, comenzó a seguir los pasos de su padre, el ‘abuelo Vicente’ cuando apenas contaba 13 años.
Como parte de aquella historia, padre e hijo comenzaron a retratar todo cuanto tenía de interés en aquel antiguo Castellón. De esta forma comenzaron también con la Romería de las Cañas de Castelló. “Él se colocaba en la Plaza Mayor y sacaba fotos de la Romería cuando salía la procesión. Yo me colocaba en el primer Molí y también fotografiaba la Romería. Después subíamos a la Magdalena”
Padre e hijo corrían luego rápido hasta el estudio, revelaban los carretes y le daban vida a las fotos. Apenas unas horas después las imágenes, en blanco y negro, ya podían verse en el escaparate de la tienda.
Aquel retrato social, en blanco y negro, quedaba para siempre inmortalizado y la gente de Castellón se buscaba en el escaparate para poder contar a los amigos que había participado en la Romería de las fiestas de Castellón. Unos compraban las fotos y otros no, pero el negocio, como los muchos otros que realizaban padre e hijo, funcionaba.
“Eran otros tiempos, relataba Wamba “Las primeras Romerías, eran menos numerosas que las de ahora, había menos gente, la ciudad se acababa mucho antes, y cuando llegaban al Primer Molí ya estabas en el campo. La foto era bonita porque dejabas al fondo la ciudad, como un símbolo del Castellón que retorna a la Magdalena”.
Y lo que fue una brillante idea se convirtió en una costumbre. “La gente se paraba y repetían: ¡Wamba, Wamba, la foto!”
Año tras año se repetía la misma escena, y la fotografía de la Romería de Wamba pasó a convertirse en una tradición más de las Fiestas de la Magdalena. Los hay que las conservan todas, como una parte del relato de su vida. Era un rito obligado: “Cuando la Romería llega a la altura del Primer Molí, el capellán cambia su capa y Wamba hace la foto”.
Si, Vicente Traver, ‘Wamba’ tenía sus cosas… Pero detrás de ese ‘hombre raro’ que había vivido el desarrollo de la ciudad, había un hombre muy tímido, muy observador y que guardaba en la memoria muchas vivencias que la mayoría desconocía, y muchos recuerdos atrapados durante su niñez.
“Al principio yo lo pasaba muy mal. Mi padre quería que la gente me viera, tenía orgullo de padre, pero yo era muy tímido y me sentía un crío, con apenas 13 años y con una cámara haciendo fotos, cuando apenas había tres en Castellón”.
En aquel Castellón de la época también había recelos y envidias que Vicente (Wamba), percibía a la sombra de su padre. Si ‘el abuelo Vicente’ se comía el mundo, el hijo, desde su timidez, percibía también los celos y la mirada envidiosa de una gente que recelaba de su posición cuando las cosas les iban bien. Y entonces recordaba momentos, como cuando su padre compró uno de los primeros 600 que circuló por Castelló… y no todo el mundo se alegraba con ellos…
Más tarde, cuando se fue ‘el abuelo Vicente’, Wamba continuó con la misma labor, acompañado por su hijo… “Yo empecé así, con mi padre, no he fallado un solo año. Mi hijo Jorge también empezó conmigo, pero él cubre la salida de la Romería en al Plaza Mayor”. Tres generaciones de fotógrafos para la Saga Wamba y miles de fotografías en los archivos.
Cuando llegó el color, revelar en el estudio ya resultaba más complicado, de forma que las fotos ya no se colgaban en el día en el escaparate. Pero la gente seguía buscándose en sus imágenes después de la Romería, año tras año.
Y luego, cuando llegaron las digitales, fue Jorge Traver, el nieto de la saga, el que aprovechó los adelantos para incorporar las ediciones por ordenador y el uso de las nuevas tecnologías.
Si, Wamba era ‘raro’, pero bajo aquella apariencia también se escondía el poeta, el soñador, el creador de historias que fotografiaba al payaso en su transformación; el hombre que miraba la vida y a las personas a través de su cámara, el que todavía buscaba escenarios diferentes para que cada fotografía fuera única y que conseguía hacer pequeñas obras de arte…
Estaba Wamba, el de las fiestas; Wamba, el de la Magdalena; Wamba, el de los grandes eventos; Wamba, el de los actos oficiales en tiempos de José Luís Gimeno… pero también el Wamba, compañero de viaje, que no desaprovechaba un momento para convertir su ‘rareza en arte’ y dedicarte una imagen sin pedir nada a cambio. Desde su timidez era el gesto con el que Wamba sonreía y respondía a un abrazo o a una amistad.
La magia de esta historia se rompía hace dos años. Una mañana, de forma repentina, Jorge también se iba. Era tan inesperado que su familia apenas podía reponerse del golpe. Wamba quedó destrozado. Todos sus sueños se esfumaban en un solo día. Toda la saga Wamba se desplomaba como un castillo de naipes.
Así se lo contaba a Castellón Información el 20 de mayo, apenas un mes después de que falleciera Jorge: “No se pude contar. Una relación padre-hijo es muy especial, muy fuerte. Cuando un padre pierde a su hijo es la mayor desgracia que le puede pasar a un hombre. Mi hijo se ha muerto a los 45 años y lo he saboreado durante 45 años. Estábamos juntos por la mañana, por la tarde… Discutimos, nos peleamos, pero esta relación está llena de recuerdos y emociones. Hemos hecho proyectos juntos en el ámbito de la fotografía: fuimos a hacer fotos en Venecia, en Madrid, en París…”
Aquellos buenos tiempos, con el estudio en la calle Mayor ya eran historia, ahora Wamba también vivía la época de los cambios y los recortes. Con su hijo se iban también las esperanzas de continuidad, el dominio de las nuevas tecnologías para un fotógrafo que había sabido mirar al futuro a través de Jorge. El estudoo de la calle Mayor cerraba sus puertas y ya solo quedaba el de la calle San Vicente.
En sus manos quedaba un archivo increíble de Castellón en imágenes, por las que el Ayuntamiento mostraba escaso interés y que el viejo fotógrafo estaba dispuesto a destruir antes que ‘abusaran de su buena fe’.
Con el peso de la muerte de Jorge en el corazón, Wamba perdió su alegría. Ahora Castellón ha perdido a Wamba, y con él a las tres generaciones de fotógrafos de Castellón que han sabido escribir más de 80 años de la historia de Castelló.
Solo puedo sentir un peso enorme cuando observo algunas de las fotografías de Wamba, las que él hizo y las que le tomé para ilustrar su historia.
Solo se me ocurre pensar, que por lo menos ahora Vicente estará feliz, quizá observando este insólito mundo y esta ciudad que siempre lo tuvo por ‘raro’ y a buen seguro que estará buscando el encuadre seguro para hacer su mejor fotografía de Castelló.
Con el corazón. Gracias.