Dora Llop Montón. Secretaria general PP Vila-real.
Una vez más, estamos a las puertas de la celebración del 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Y, una vez más hemos de seguir hablando de la necesidad de establecer nuevos mecanismos que garanticen fehacientemente la igualdad de hombres y mujeres en nuestra sociedad.
A buen seguro, a estas alturas del artículo, habrá muchos hombres que dirán entre dientes que esto no es cierto, pero la realidad social es bien distinta. Desde un punto de vista normativo las mujeres somos, formalmente, igual a los hombres. Aunque en la práctica, a la hora de la verdad, la cosa es diferente. Todos los días vemos como aún siguen existiendo ciertos estereotipos que consideran que las mujeres tenemos un nivel de compromiso, una dedicación y una ambición profesional inferior a los hombres. Cuando recientes estadísticas demuestran que las mujeres deberíamos trabajar cuatro meses más al año para cobrar lo mismo que los hombres en las mismas categorías profesionales. No hace falta que lo diga la actriz Cate Blanchett en la gala de los Oscar, porque eso lo sabemos todas a ciencia cierta y eso lo saben todos, aunque lo obvien.
Esta diferencia económica en lo laboral se le achaca, principalmente, a factores como tener o no hijos, cargas familiares y otras cuestiones estrechamente relacionadas con los roles de género pero que nada tienen que ver con el compromiso de las mujeres en su trabajo. Puesto que los estudios científicos han demostrado que somos más productivas con menos horas y asumimos más responsbailidad en el trabajo bien hecho, porque no podemos permitirnos el lujo de equivocarnos.
Otro ejemplo que resulta sintomático de esta desigualdad es, que las políticas de conciliación de la vida laboral y familiar se conciben y sigan siendo percibidas como políticas dirigidas a mujeres. Cuando deberían ser consideradas como un derecho también por los hombres y como problema político que puede tener consecuencias para toda la sociedad.
Aunque desde luego, la forma más brutal de discriminación de la mujer, sigue siendo sin duda la violencia de género, convertida aún hoy en día en una auténtica lacra social.
Tenemos todavía pues mucho por hacer y debemos impulsar medidas para corregir esto y que nuestras hijas puedan disfrutar de una sociedad más justa e igualitaria. La izquierda se ha querido autoproclamar la defensora de la igualdad, pero lo cierto es que, cuando ellos tienen la capacidad de gobernar, las políticas de igualdad son verdaderamente insuficientes o nulas.
Para empezar por el hecho histórico de que fue, el propio partido socialista, junto a otros grupos de izquierdas los que casi consiguieron cercenar el voto femenino en nuestro país en 1931. Un primer y fundamental derecho que este país tiene gracias a los diputados liberales y conservadores.
Pero ahora la cosa no mejora. Con el último gobierno socialista se impulso una ley contra la violencia que no tuvo dotación económica ni reglamento de desarrollo.
Y en lo local más de lo mismo. Sólo hay que observar la concejalía de la mujer de Vila-real para ver cómo somos consideradas las mujeres aquí, teniendo en cuenta que el proyecto más relevante de la concejalía es invitar a las mujeres a pasar un día en el balneario de Marina d’Or.
Entiéndanme, que está bien relajarse, pero creo que generar políticas activas de empleo para fomentar la contratación femenina. Impulsar medidas que vayan dirigidas a equilibrar los salarios entre hombres y mujeres por los mismos trabajos y desarrollar programas de educación desde la infancia para erradicar la violencia de género, creo que son mucho más útiles para todas y para todos.
Desde el Partido Popular lo vemos así y así lo plasmaremos en nuestro programa electoral local, con un firme compromiso, no solo de dedicar proyectos al ocio de las mujeres, sino imprescindiblemente, a su potenciación como personas, como profesionales, como amas de casa, como madres, como hijas, como compañeras, como amigas o como cualquier rol humano por el que cualquier vila-realense quiera optar libremente.