Qué tiempos aquellos en que los jóvenes bachilleres éramos capaces de tragarnos 3 o 4 películas cada una de las tardes de jueves o domingo en los cines de barrio de Valencia como el Iberia o el Mundial. Ver solo dos películas en cines como el Tiris, el Coliseum o el Goya nos parecía poco.
En estos días, aguantar más de dos horas en las butacas de una sala de cine, por confortables que éstas sean, nos resulta difícil. Solo los directores más admirados son capaces de atraernos -atraerme- a una sala de cine. Eric Rohmer, Richard Linklater y Woody Allen son infalibles. Todos los restantes, incluso los muy admirados del cine extraordinario de los años 50 a 70 del siglo pasado, me conformo con revisarlos desde casa.
Rohmer nos dejó en 2010 después de habernos ofrecido los "Cuentos morales", las "Cuatro estaciones" y "Comedias y proverbios", una veintena de films que, cuando los visionamos nos sentimos incorporados a la vida misma de los personajes.
Otro tanto notarán si vuelven a ver la trilogía de Before (Antes del amanecer, el atardecer y el anochecer) rodada en treinta años con el desarrollo de la historia de dos enamorados. O con "Boyhood" que Linklater rodó durante once años siguiendo el proceso de crecimiento de un niño desde su infancia hasta sus años adultos.
Acaba de estrenarse "Golpe de suerte" de Woody Allen. Dicen que es su número cincuenta del prolífico cineasta. A mí me salen 51, a las que habría que sumar algunas en las que participo sin dirigir -la más importante "Sueños de un seductor"-, en las que fue responsable del guion, o en las que tan solo apareció como interprete.
La que ahora nos ha llegado es una obra más que digna, aunque no pueda incluirse en el grupo de las más selectas en que figurarían "Annie Hall", "Manhattan", "Hanna y sus hermanas", "Días de radio", "La rosa púrpura de El Cairo" o "Medianoche en París". Su nivel, temática e inspiración son insuperables.
"Coup de chance", rodada en Francia, en francés, con productores y actores franceses pertenece al grupo de películas de Allen en que hay crímenes, algo de misterio, género al que es muy aficionado el cineasta y en el que ha rodado una decena de obras. Sería por lo tanto más comparable a otras películas también de gran nivel como "Delitos y faltas", "Balas sobre Broadway", "Asesinato en Manhattan" y en especial "Match point".
Encierran casi siempre un mensaje moral en que el maleado encuentra su castigo o en que el espectador llega a identificarse con el asesino y lo absuelve in extremis, como ocurrió en "Match point".
El genial Woody Allen que nos ha venido regalando una película notable o sobresaliente por año, en los últimos tiempos ha ralentizado su actividad, seguramente no tanto por su provecta edad que parece no afectar a sus neuronas como por sus dificultades para encontrar productor a causa de su escándalo con Mia Farrow y con su hija adoptiva, Soon-Yi Previn, desde 1997 legítima señora de Allen.
Sorprendió que pese a ser un mal día de cine, un lunes soleado, había una cierta afluencia de público. Era un público de palomitas y coca cola orientado hacia la sala en que se proyectaba "Barbie". La sala de Allen acogió también a una decena de espectadores. Ninguno comía palomitas.
Procuren no perdérsela. Les agradará.